No resulta muy estándar un libro con el título de Lezama
disperso, atribuido, en la propia cubierta, a José Lezama Lima.
Ese libro (Ediciones Unión, 2009) contiene en propiedad una
treintena de textos que Lezama redactó durante buena parte de su
vida, pero no reunió en un volumen. Algunos recordarán que en 1993
Iván González Cruz seleccionó para Letras Cubanas medio centenar de
trabajos del enorme poeta habanero, que aparecieron con el título de
Fascinación de la memoria. En la propia cubierta se nos
aclara: Textos inéditos de José Lezama Lima, lo cual parece
más adecuado. Pero la mencionada presentación de Lezama disperso
no es ni mucho menos lo que llamaríase un error filológico. Tal vez
ese énfasis en su cubierta aluda por instinto o sintonía al estilo
de ese sostén de nuestras letras, cuyo centenario tratamos de hacer
más célebre.
Parece, en efecto, que tratándose de Lezama no hay nada que no
sea esto, y no hay nada que no sea aquello, dicho con una frase de
su afable Octavio Paz. Esa idea de la poesía como eterna posibilidad
de conjunciones, e incluso de caminos hacia lo que ocurrirá y
quedará registrado, vuelve a palpitar en Lezama disperso,
cuya compilación, así como el prólogo y las notas, se deben a Ciro
Bianchi Ross. Se comprende que habría muchas otras formas de agrupar
lo disperso en el visitador del Paseo del Prado. Se comprende además
que ese disperso es una licencia que cada lector manejará de acuerdo
con su percepción de la obra del Maestro, y sin embargo, lo que nos
presenta Bianchi Ross gravita con fluidez ante la pupila.
Sucede que una obra como la de Lezama —una obra y no menos un
estilo— se deja agrupar sin amenazas de parecer caótica. Al menos en
lo tocante a sus razonamientos sobre arte y literatura, y sobre los
orígenes de su propio quehacer. Es evidente, sin embargo, que el
compilador de Lezama disperso conoce a fondo a quien hizo de
todo en el terreno de la escritura, pues fue poeta, periodista,
novelista, autor de una vasta correspondencia, fundador de revistas,
promotor literario, discutidor cuando hizo falta y cuando no hizo
tanto, ensayista de alcurnia. Bianchi Ross se ha decidido por textos
en su mayoría breves, con preferencia por lo americano y por lo
personal, con los que Lezama Lima surtió revistas, catálogos, libros
ajenos, u olvidó por varias razones, hasta que su muerte los expulsó
de la condición de inéditos. Me gustaría recalcar el pequeño ensayo
que con el título de "Literatura y sociedad", fue acogido por la
Revista Mexicana de Literatura en 1956, y que aparece ahora en la
página 90 de Lezama disperso. Ese texto corrobora la
personalísima noción lezamiana acerca de la obra de arte y, entre
otras cosas, la de las potestades del lenguaje en tanto fenómeno
viviente.
Aunque José Lezama Lima no haya firmado de conjunto los trabajos
de este libro-homenaje, podemos sentir en ellos el fluir de cuando
dijo: "Mi obra podrá ser censurada por sus defectos de estilo, pero
jamás por motivos éticos, puesto que su raíz es esencialmente la de
un auto sacramental".