Cuentan que por el año 1835 un viajero inglés quiso descansar en
cierta posada. El viajero, que era maestro y se llamaba Rowland
Hill, presenció entonces un hecho que cambiaría para siempre la
historia postal.
En aquellos tiempos los envíos eran pagados por el destinatario
de acuerdo a los kilómetros recorridos, así que la dueña de la
posada —mujer pobre— recibió una carta, la observó y la devolvió al
cartero. No necesitaba más. La posadera y su familia habían ideado
una estrategia para constatar, sin abrir la correspondencia ni
pagar, que todo marchaba bien: las diferentes caligrafías en la
dirección así lo atestiguaban.
Muchas son las versiones de esta historia, pero todas concluyen
igual: Hill se convirtió desde entonces en uno de los principales
promotores de la llamada reforma postal, y gracias a su gestión el
primer sello vio la luz.
Por acá, en esta Isla del Caribe, el primer sello circuló el 24
de abril de 1855, y con él la posibilidad de que el remitente
pagara. De acuerdo con Daniel Vasconcellos, colaborador del Museo
Postal cubano, había sido impreso en España, y su diseñador, José
Pérez Varela, utilizó la efigie de Isabel II.
Ese mismo día, señala Odalis Díaz, directora del Museo Postal
Cubano, quedó oficialmente establecido el franqueo previo de la
correspondencia en todo el territorio nacional y, a su vez, hacia la
metrópoli.
Desde 1957 hasta el 2010, el actual Ministerio de la Informática
y las Comunicaciones ha realizado 36 emisiones postales para
rememorar este día. Historia, deportes, arte, fauna y flora,
resultan temas recurrentes en las estampillas cubanas. Este 24 de
abril una nueva emisión se sumará a las anteriores, manera justa
para, otra vez, recordar la fecha.