Las palabras no se van con el viento

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Casi a la misma hora en que el poeta César López recordaba en la Biblioteca Nacional José Martí los versos que el catalán Jaime Gil de Biedma dedicó a la isla agredida por Playa Girón, los miembros de la Academia Cubana de la Lengua, encabezados por su director, Roberto Fernández Retamar y acompañados por los vecinos del lugar, colocaban en la habanera plaza San Juan de Dios una ofrenda floral ante el sencillo busto de Miguel de Cervantes y escuchaban a la profesora Luisa Campuzano reseñar cuántas venturas espirituales le debemos al creador de El Quijote.

Don Quijote, según Pablo Picasso.

Poco después del mediodía de este viernes, los jóvenes escritores y artistas, agrupados en la Asociación Hermanos Saíz, cerraban en la sede de la UNEAC una semana de lecturas, recitales y debates que confirmaban la continuidad generacional en los procesos culturales que perfilan la identidad y resistencia del país.

Eran estas algunas de las acciones que caracterizaron la celebración en Cuba del Día del Idioma, al que se sumó también el Centro Dulce María Loynaz con una jornada extensiva al coincidente Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor, proclamado en 1995 por la UNESCO.

En sus palabras en la plaza San Juan de Dios, la Campuzano evocó la impronta de Cervantes en Alejo Carpentier —por cosas de lo que Lezama llamó "el azar concurrente", este viernes se conmemoró también el trigésimo aniversario del deceso, en París de nuestro novelista mayor—, no solo presentes en la obra del cubano, sino en el gesto que tuvo aquel de editar masivamente en los albores de la Revolución las aventuras del Ingenioso Hidalgo.

La Academia prolongará sus actos hasta el próximo lunes, cuando a las 5:00 p.m. en el Aula Magna del Colegio San Gerónimo presente junto a la editorial Letras Cubanas un tomo con Una pascua en San Marcos, de Ramón de Palma, y El rancheador, de Pedro José Morillas, hitos de la literatura cubana del siglo XIX.

La cita de la Biblioteca Nacional se inscribió en el programa del XXII Festival La Huella de España, dedicada esta vez a Cataluña. De ahí que el convite fuera con las letras catalanas. Eso sí, de una manera muy especial: cuatro prestigiosos escritores cubanos, César López, Lina de Feria, Alberto Garrandés y Alberto Acosta-Pérez, dándole voz a cumbres de la lírica catalana de la última centuria —de Salvador Espriú y Joan Vinyoli a Gabriel Ferrater y José Agustín Goytisolo— y a una prosista excepcional, Mercé Rodoreda.

En esa comunidad peninsular es añeja tradición —cuentan que se remonta al siglo XV— regalar en la fecha —diada de Sant Jordi (día de San Jorge) allá— una rosa y un libro a personas muy queridas. El público que acudió a la Biblioteca recibió esas prendas, a conciencia de que el valor de la palabra a viva voz o impresa crece cuando se defienden la justicia, la solidaridad, el amor. Como lo hizo Gil de Biedma, según hizo saber emocionado el buen César, cuando el 18 de abril de 1961 escribió: "¡Oh Cuba en el temprano amanecer del trópico, / cuando el sol no calienta y el aire está claro: / que tu tierra dé tanques, y que tu cielo roto / sea gris de las alas de los aeroplanos! / Contigo están las gentes de la caña de azúcar, / el hombre del tranvía, los de los restaurantes, / los miles, los millones que buscan por el mundo / un poco de esperanza que no venga de Miami".

 

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