El
15 de abril de 1895 acontecería para la vida de José Martí un hecho
significativo: en atención a los servicios desplegados en la
preparación del nuevo conflicto bélico en Cuba, era ascendido al
grado de Mayor General del Ejército Libertador.
Esa decisión, llevada a vías de hecho por Máximo Gómez Báez en su
condición de General en Jefe, constituía suceso sin precedentes en
la lucha recién iniciada.
El Apóstol no tenía experiencia militar y nunca había participado
en acciones armadas ni como jefe ni siquiera como simple soldado.
¿Cómo explicar entonces ese ascenso?
Al iniciarse la Guerra de los Diez Años, Martí estaba próximo a
cumplir los 16 abriles. Aunque no participó de manera directa en las
acciones de esta primera campaña de lucha del pueblo cubano, su
relación con Rafael María de Mendive lo unió de manera directa a
todo el movimiento conspirativo que se gestaba en La Habana.
El exilio, pena por la cual se le conmutó el agobiante y
desgastador presidio que cumplía en la cárcel habanera, contribuyó a
afianzar ese afán de insatisfacción por el oprobioso régimen de
dominación colonial a que era sometido su país.
Sus vínculos conspirativos en España y luego su amistad
compartida con Juan Gualberto Gómez, así como su implicación en los
preparativos de la Guerra Chiquita, le costarían la deportación y
sellarían de manera definitiva su compromiso con la Patria.
Ya en plena madurez, alejado de su tierra, Martí consagró su vida
a preparar la nueva contienda que definitivamente le diera la
independencia a Cuba.
Sus conocimientos militares los adquirió mediante los estudios de
las memorias del general estadounidense Ulises Grant, y de las
memorias de los próceres latinoamericanos.
El contacto con participantes en la Guerra Grande y la
publicación de algunos trabajos de quienes habían participado en
ella, posibilitaron que comprendiera dónde estaban los errores y
cuáles eran las cuestiones esenciales en las cuales debía basarse la
futura lucha.
Aunque sus señalamientos estuvieron un tanto distantes de
cuestiones tácticas en el escenario de las acciones, sus
apreciaciones fueron esenciales para que la guerra tuviera mejores
resultados.
La necesidad de que la contienda durara el menor tiempo posible y
lo imprescindible de que los alzamientos se sucedieran de manera
simultánea en todo el territorio nacional, así como el hecho de no
hacer depender las acciones del exterior sino desde dentro de la
Isla, constituyeron significativo aporte martiano.
Martí desembarcó en Cuba el 11 de abril de 1895 y apenas cuatro
días después ya era Mayor General. Su historial militar no era el de
otros generales, sin embargo, su entrega y sacrificio en aras de ver
a Cuba libre lo hacían merecedor de tan alto rango militar.