Campañas

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Dice el enemigo que los tiempos son otros, y en verdad en algunos aspectos son otros, pero las campañas en contra de Cuba siguen siendo las mismas.

Alguna vez leí en un autor foráneo que la casa de la crítica tiene un millón de ventanas; el quid radicaría entonces en identificar las voces que entran por esas ventanas.

Unas voces interesadas en mejorar el proyecto social en que muchos estamos comprometidos, pero otras, desde siempre, prestas a aniquilarlo.

El enemigo no es una entelequia inventada para que sirva de parapeto. Existe antes de forjarse cualquier Revolución y la primera sustancia que lo mueve es articular el descrédito.

Los que tengan edad para ello recordarán a Otto Meruelo, vocero de la tiranía batistiana, hablando por televisión en un programa pagado para mancillar. Según aquel heraldo desbordado de histrionismo, los rebeldes de la Sierra eran "muerde y huye, forajidos, aventureros, ladrones, comunistas¼ ", y un día empezó a llamarlos también Mau-mau.

Yo era un niño de doce años y de los Mau-mau (movimiento nacionalista que encabezó una sublevación en los años cincuenta en Kenya) solo había oído hablar en dos películas ferozmente colonialistas e inimaginable de realizarse en estos días: Simba, la marca del mau-mau (1955), con Dirk Bogarde, y Safari (1956) dirigida por Terence Young y con el carismático Víctor Mature en el papel de un acerado explorador.

Algo había quedado claro en esos dos filmes: los Mau-mau eran unos negros salvajes interesados en comerle el corazón a cuanto blanco bonito se le interpusieran en el camino. Lo que no comprendí entonces (y me enredó los pensamientos hasta tanto mi hermano mayor aclarara el asunto) es que Otto Meruelo también había visto las mismas películas, o se la habían contado, y sacaba de ellas lascas de falsedades y desinformación para impregnarle un aire de actualidad siniestra a su campaña.

En lo personal, más de cincuenta años viviendo bajo el fuego de las campañas de todo tipo urdidas por el enemigo, con los del Norte a la cabeza, me llegan más a molestar que a inquietar, no obstante la vacuna desprendida de esas mismas artimañas propagandísticas. Una vacuna contra la rabia, las rabietas y ciertos disfraces de corderos asalariados transmitiendo desencantos existenciales en cada abrir y cerrar de boca.

La casa de la crítica debe tener un millón de ventanas para mejorar, arreglar y crecer, pero para los que arremeten en campañas desde los círculos de poder y desde esa denominada "gran prensa", que ni siquiera se preocupa de disfrazarse "de objetiva", y que embiste en panfletos como si estuviera en guerra declarada, ventanas cerradas, a cal y canto.

Entre otras cosas, porque la soberanía no se discute.

Estarán los que se confundan, o caigan en la trampa de la desinformación, o interpreten en un solo y manipulado sentido los postulados del lúcido y a la vez contradictorio Voltaire, el primero en hablar de derechos humanos, aún sin haber imaginado un mundo de niños, en un país pobre, marchando todos eso niños a la escuela. Para ellos, el ofrecimiento de que siempre habrá un hermano presto a explicarles las artimañas ideológicas, y en fin de cuentas propagandísticas, de esta nueva Simba, la marca de los Mau-mau.

 

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