Para conmemorar fecha tan significativa, desde los jardines
centrales del Palacio de Miraflores, el Comandante Chávez inició
este domingo la transmisión de su programa semanal de radio y
televisión, Aló Presidente.
Durante su alocución, recordó algunos momentos del aciago 11 de
abril del 2002, cuando el imperialismo norteamericano, la España de
José María Aznar y la oligarquía local, confabulados con los medios
de prensa opositores, llevaron a cabo un golpe de Estado para
arrebatar la democracia de las manos del pueblo y entregarla a
intereses foráneos, haciendo gala una vez más de la agenda violenta
a través de la que han pretendido obtener el poder en el país, y
devolverlo a la fracasada IV República del Pacto de Punto Fijo.
"Hoy recordamos el inicio y la caída, dos días después, de la
dictadura más breve de la historia. El 11 de abril siempre estará
ahí para recordarnos cómo pretendió triunfar y fracasó la muerte",
manifestó el estadista.
En este octavo aniversario Chávez rindió tributo a los hombres y
mujeres de la Patria, que perdieron su vida en aquellos hechos: "Yo
estoy consciente de que estoy vivo gracias al sacrificio de ellos",
y llamó al pueblo venezolano a continuar luchando "por la esperanza
de un futuro lleno de paz, con el socialismo revolucionario y
bolivariano".
En su columna dominical Las lí-neas de Chávez, el
presidente destacó que el golpe de abril constituye un punto de
inflexión en la historia de la nación sudamericana, "que cobró
conciencia de que ella misma es quien lucha y construye su propia
historia".
Sin embargo, el camino sigue siendo escabroso para quienes
desafían las voluntades imperialistas. Por eso Chávez no piensa en
el descanso, sabe que "la batalla está cruda, que no ha terminado",
porque aquellos que fueron derrotados por la acción popular y las
tropas constitucionales, hoy intentan desesperadamente
desestabilizar al país y persisten en el magnicidio.
El dignatario denunció en su columna que los sectores golpistas
—compuestos por los partidos tradicionales de derecha, la jerarquía
de la iglesia católica y la oligarquía, financiados por Estados
Unidos— no constituyen sino "la quinta columna del imperio", a los
que —está convencido— el bravo pueblo venezolano y sus "bizarros
soldados" harán frente como ocho años atrás.
En esa ocasión, el intento por usurpar el Gobierno bolivariano
fracasó ante un pueblo enardecido, que protagonizó en abril del 2002
una contundente contraofensiva para defender la institucionalidad de
la nación, arrancada durante escasas horas por el régimen
dictatorial de Pedro "El Breve" Carmona.
El golpe se perpetró luego de tres días de una huelga general
convocada por la oposición venezolana —y que costó la vida de 19
personas e hirió a más de cien—, específicamente cuando desleales
oficiales del Alto Mando militar desconocieron la autoridad del
presidente constitucional, Hugo Chávez, ordenando su detención en la
base aeronaval de La Orchila, a unos 160 kilómetros de Caracas, y su
posterior separación del poder.
El autojuramentado mandatario y sus seguidores suprimieron todos
los poderes del Estado instaurando un gobierno fascista.
Ante esta acción, la respuesta del movimiento popular venezolano
no se hizo esperar y exigió el regreso del presidente genuinamente
electo en los comicios de diciembre de 1998. A este reclamo, se
unieron los oficiales leales constitucionalistas que apoyaron
acciones de calle emprendidas por el pueblo en defensa de la
democracia, las cuales permitieron el regreso de Chávez a su cargo
dos días después.
En su popular espacio radiotelevisivo, el Presidente afirmó que
se mejoró "la capacidad de neutralización de esos planes", y apuntó
que "lo mejor para ustedes (la oposición) es aceptar que esta
Revolución bolivariana, pacífica, democrática, llegó para quedarse".
Hoy, cuando estamos a unos pasos de conmemorar el Bicentenario de
su Independencia, Venezuela recuerda el protagonismo del pueblo en
la lucha por continuar el proceso de cambios sociales que significa
la Revolución Bolivariana, y asume el reto de construir por este
medio una nueva república socialista y una nueva democracia.