Ese ha sido el panorama del pitcheo a lo largo de toda la XLIX
Serie Nacional. No solo los especialistas opinamos así: múltiples
llamadas telefónicas y correos llegados a nuestra redacción dan fe
de la preocupación de buena parte de la afición ante el estado
actual de nuestros lanzadores, preocupación que me atrevo a extender
un poco más allá, de cara al futuro.
En una ocasión escuché a un supuesto entendido en la materia
achacándole a la reglamentación de pitcheo la culpa de que los
equipos afronten dificultades con sus respectivos cuerpos de
serpentineros. Si bien es cierto que la nuestra es la única liga en
el mundo con semejante disposición, no lo es menos que se hizo
necesaria ante el uso indiscriminado de los lanzadores de mayor
calidad. Y es bien sabido que los brazos no son de hierro.
Aun así, la lista de pitchers lesionados, muchos de ellos sin
haber cumplido 30 años, es larga.
Se habla de escuelas para trabajar con los jóvenes, idea que no
es nueva y que ha sido puesta en práctica en más de una ocasión,
para ser olvidada más adelante. Valdría la pena preguntarnos por qué
la técnica de esta difícil posición no se trabaja en todas las áreas
deportivas del país desde edades más tempranas posibles.
Nos sobran monticulistas con deficiencias en su mecánica —la
pierna de ataque insuficientemente flexionada, sin utilizar la tabla
de lanzar en toda su longitud y empleando solo una esquina, sin
pleno dominio del agarre en los rompimientos, el paso muy corto, el
impulso insuficiente—, defectos que resultan casi insuperables
cuando se llega a la Serie Nacional.
Sin haber pretendido abordar el tema en toda su plenitud,
necesitamos hacer hincapié en el importantísimo aspecto táctico. No
existe pitcher bueno sin pensamiento profundo, dijo en una ocasión
un maestro de esa posición, el derecho Tom Seaver. Repetir
lanzamientos, tratar de "pasar" a un bateador con recta al medio en
conteo de dos strikes sin bolas, son, entre otros, defectos que
vemos día a día en los partidos de nuestro clásico. Tampoco faltan
quienes, después de poner al bateador en dos strikes, pierden la
concentración, comienzan a regalar bolas, para finalmente venir con
un envío noble por el centro de home. El saber cuidar a los hombres
en bases y realizar las asistencias cuando se producen conexiones
hacia los jardines, igualmente son elementos indispensables para
cualquier tirador que aspire al éxito.
No soy pesimista a la hora de mirar hacia el futuro. Hay muchos
Joan Socarrás y Freddy Asiel Álvarez en potencia. Pero es hora de
interiorizar estos problemas —y otros muchos, imposibles de reflejar
en este espacio—, si queremos que nuestro béisbol, esa pasión de
todo cubano, aumente sustancialmente su calidad.