La mirada de Rita no es intrusa. Esta belga, natural de Gantes,
ciudad del territorio flamenco de Bélgica, es una de las más
notables especialistas en la obra carpenteriana en el ámbito
académico europeo. Su tesis de grado, numerosos artículos y ensayos,
y sobre todo el libro El festín de Alejo Carpentier: una lectura
culinario-intertextual (Ginebra, 2003) avalan una trayectoria
profesional profundamente comprometida con el estudio y promoción de
la obra del novelista.
Casi al término de su reciente estancia de estudios en La Habana,
Rita accedió a compartir sus experiencias en la sede de la Fundación
en el Vedado. Era evidente su emoción; estaba en los que fueron los
predios íntimos del escritor en su patria, una casa habitada por el
duende de su paso por el mundo.
Al revisar los manuscritos de Carpentier se evidencia su voluntad
de precisión en el dato, en la palabra. Fue para mí revelador
observar cómo en un texto como El camino de Santiago, de
manera implícita, retoma a Cervantes, Shakespeare, incluso hace un
guiño al portugués Camoes. En todos los casos se trata de escritores
con un papel fundacional en sus literaturas. Otra de las obsesiones
del autor cubano, presente en sus novelas, es el Fausto, de
Goethe. Sin lugar a dudas, Carpentier era un atentísimo lector, un
gran recopilador y transformador de textos precedentes que al ser
incorporados en su escritura los coloca en una dimensión que rebasa
las fuentes.
La indagación en los originales constituye una línea de trabajo
de las investigaciones académicas que ha ganado amplitud y
profundidad en los últimos tiempos. Es lo que se ha dado en llamar
crítica genética en los estudios literarios. Se trata de analizar la
dinámica de la construcción de textos y arrojar luz sobre el proceso
de creación antes de la publicación de la obra. En la Universidad de
Amberes, donde trabaja Rita, dos colegas suyos se dedican a
escudriñar los notebooks (cuadernos de trabajo) de James Joyce y
Samuel Beckett. Ellos aportaron ideas a la investigación que lleva a
cabo la especialista carpenteriana.
Además de los manuscritos, vale la pena confrontar los artículos
de la columna periodística Letra y Solfa con los relatos y las
novelas. Se puede advertir un tránsito de aquellos a estos, ideas
que encontraron primero su plasmación en el periodismo y luego en la
literatura.
En los medios académicos y de la crítica literaria de la isla,
Rita es siempre bienvenida. Particularmente con Luisa Campuzano,
José Antonio Baujín y Ana Cairo ha sostenido una constante relación.
Roberto Fernández Retamar la ha acogido en las páginas de la revista
Casa de las Américas.
Yo estudié en Bélgica con Patrick Collard. Él me introdujo en la
obra de Carpentier. Mi primer trabajo sobre el escritor versó sobre
El recurso del método. En 1992 cuando enfrenté la tesis
abordé La consagración de la primavera. Tenía ante mí un
reto: los estudios sobre Carpentier eran abundantes y valiosos en
muchos aspectos, de modo que me decanté por algo que me parecía
menos explorado, el análisis de la intertextualidad. Hubo, sin
embargo, una zona que me interesó sobremanera; la culinaria en sus
narraciones. Puedo decir que llegué a Carpentier por la puerta de
servicio, la de la cocina.