El oasis de la familia Viera

Miguel Febles Hernández

CAMAGÜEY.— Marcelino Viera González y sus hijos Jorge y Omar han convertido la Finca El Regreso, ubicada en las afueras de esta ciudad, en un modelo a imitar por muchos a la hora de aprovechar cada palmo de tierra fértil y de diversificar las producciones agropecuarias.

El viejo Marcelino no descansa un segundo en la atención esmerada de los animales.

Asociados a la Cooperativa de Créditos y Servicios Renato Guitart Rosell, estos campesinos se especializaron en la cría de cerdos a partir del 2003.

Transcurridos seis años, son conocidos en las llanuras camagüeyanas como los mejores productores de la provincia.

Si en aquella fecha comenzaron de manera experimental con 50 animales de preceba, hoy en sus corrales crecen saludables más de 600 cerdos, lo cual les permite mantener una estabilidad en las entregas.

Ello significa el envío a los centros de recepción de más de 1 000 animales con un peso promedio de 95 kilogramos y una eficiencia en el retorno que rebasa el 98%, además de contar con diez reproductoras que aportan buena parte de las crías a cebar en El Regreso.

Si bien los convenios porcinos establecen la venta a los productores de un porciento significativo de alimentos —pienso y subproductos industriales—, los Viera no se han acomodado: cuentan con dos molinos para elaborar un suplemento a base de cáscara de arroz y de maní, polvo de yuca y harina de pescado.

Semejante producción les permite ganar terreno en la búsqueda de una garantía segura para la alimentación animal, propósito que se materializa gradualmente al dedicar 13 hectáreas de tierra, de las más de 26 entregadas en usufructo, a la siembra de maíz, sorgo y girasol, en lo que hasta hace poco fuera un vigoroso marabuzal.

"Esa ha sido —comenta Jorge— la principal tarea que asumimos el año pasado, y hacia allí hemos concentrado todos los esfuerzos, convencidos de que en el 2010 podremos sobrepasar las 150 toneladas de carne de cerdo, una cifra que constituirá nuestra modesta contribución al empeño del país por mejorar la alimentación del pueblo."

Tales metas podrían satisfacer a cualquier productor por la valía del aporte; sin embargo, la familia Viera también entregó a Acopio, en el calendario recién concluido, cifras importantes de boniato, calabaza, pepino, rábano y lechuga, mientras en la parcela semiprotegida ha comercializado posturas de tomate, pimiento y cebolla.

Como si no pesaran sus años sobre las espaldas, Marcelino Viera desanda cada día los cultivos y corrales, supervisa lo hecho y por hacer, y en lo más profundo de su alma campesina siente el sano orgullo de saberse útil y de demostrar, con acciones concretas, que la solución al problema de la comida está en el trabajo diario y en la atención esmerada a la tierra.

"Que nadie piense —dice con profunda sapiencia guajira— que mirando para el cielo se van a resolver los problemas. Criar animales y cosechar viandas exigen mucha dedicación, muchas horas de desvelo, para luego recoger los frutos."

 

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