Asociados a la Cooperativa de Créditos y Servicios Renato Guitart
Rosell, estos campesinos se especializaron en la cría de cerdos a
partir del 2003.
Transcurridos seis años, son conocidos en las llanuras
camagüeyanas como los mejores productores de la provincia.
Si en aquella fecha comenzaron de manera experimental con 50
animales de preceba, hoy en sus corrales crecen saludables más de
600 cerdos, lo cual les permite mantener una estabilidad en las
entregas.
Ello significa el envío a los centros de recepción de más de 1
000 animales con un peso promedio de 95 kilogramos y una eficiencia
en el retorno que rebasa el 98%, además de contar con diez
reproductoras que aportan buena parte de las crías a cebar en El
Regreso.
Si bien los convenios porcinos establecen la venta a los
productores de un porciento significativo de alimentos —pienso y
subproductos industriales—, los Viera no se han acomodado: cuentan
con dos molinos para elaborar un suplemento a base de cáscara de
arroz y de maní, polvo de yuca y harina de pescado.
Semejante producción les permite ganar terreno en la búsqueda de
una garantía segura para la alimentación animal, propósito que se
materializa gradualmente al dedicar 13 hectáreas de tierra, de las
más de 26 entregadas en usufructo, a la siembra de maíz, sorgo y
girasol, en lo que hasta hace poco fuera un vigoroso marabuzal.
"Esa ha sido —comenta Jorge— la principal tarea que asumimos el
año pasado, y hacia allí hemos concentrado todos los esfuerzos,
convencidos de que en el 2010 podremos sobrepasar las 150 toneladas
de carne de cerdo, una cifra que constituirá nuestra modesta
contribución al empeño del país por mejorar la alimentación del
pueblo."
Tales metas podrían satisfacer a cualquier productor por la valía
del aporte; sin embargo, la familia Viera también entregó a Acopio,
en el calendario recién concluido, cifras importantes de boniato,
calabaza, pepino, rábano y lechuga, mientras en la parcela
semiprotegida ha comercializado posturas de tomate, pimiento y
cebolla.
Como si no pesaran sus años sobre las espaldas, Marcelino Viera
desanda cada día los cultivos y corrales, supervisa lo hecho y por
hacer, y en lo más profundo de su alma campesina siente el sano
orgullo de saberse útil y de demostrar, con acciones concretas, que
la solución al problema de la comida está en el trabajo diario y en
la atención esmerada a la tierra.
"Que nadie piense —dice con profunda sapiencia guajira— que
mirando para el cielo se van a resolver los problemas. Criar
animales y cosechar viandas exigen mucha dedicación, muchas horas de
desvelo, para luego recoger los frutos."