Él también educa

Al barrer y chapear las calles de su barrio, Emilio siente que forja una conciencia de la higiene

Ventura de Jesús

Tan pronto como llegó Emilio Mendoza al yumurino barrio de Los Mangos se acabó el mito de las calles imposibles de limpiar. "No hay calle mala; si los vecinos cooperan y el barrendero cumple con su deber, todo se puede", dice sin exceso de autoestima.

Poco hablador, el nuevo barrendero se granjeó muy pronto la admiración y el respeto del vecindario. "Ese hombre es muy serio en su trabajo, afanoso, no tiene hora", reconoció el anciano Marcelo Caballero, activo cederista de la comunidad.

La tarea de limpieza de las calles se hace más complicada en la periferia de las ciudades, como es el caso de Los Mangos, donde en ocasiones escasean las aceras y con frecuencia los salideros y la indolencia reiterada de la gente conducen a la aparición de microvertederos, fuente del surgimiento de enfermedades.

"No veo mi trabajo solo por lo que puedo hacer con el escobillón y en la chapea —dice Mendoza—, porque la labor del barrendero es de cierta manera educativa. Cuando los vecinos se dan cuenta del esfuerzo de uno por mantener su propia cuadra y las colindantes en buen estado, contribuyen a mantener la higiene.

Para este sencillo trabajador de Servicios Comunales en el municipio de Matanzas, la clave no está en el sacrificio de un solo hombre. "Lo que está claro es que sin el apoyo de la población muy poco se puede alcanzar en la higienización, por muy laborioso que sea el barrendero", afirma convencido.

 

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