El término "por la izquierda", de moda en la sociedad cubana
actual, se refiere a la forma de alcanzar un objetivo violando las
normas establecidas. Se aplica lo mismo a ocupar un puesto
preferente en una cola, pasando por encima de quienes ya estaban en
ella, que a la adquisición de bienes y servicios o de un puesto
laboral de forma ilícita, o al disfrute de un tratamiento especial
en la realización de algún trámite en el ámbito estatal.
Se actúa "por la izquierda" cuando quienes trabajan en la
gastronomía y el comercio, por ejemplo, se aprovechan de sus
responsabilidades para estafar al Estado, y a la población, de las
más disímiles maneras y con total impunidad ante la imposibilidad de
ser detectados por los mecanismos de control económico, pues al
final, todo cuadra. Una de las modalidades más conocidas es la
introducción "por la izquierda" en un establecimiento, de materias
primas y productos vendidos al público como si fueran del Estado.
"Por la izquierda" se adulteran precios, se desvían hacia el
mercado negro recursos que debían haber sido empleados en alguna
producción o servicio.
Cuando hurgamos en la sicología de los personajes nos encontramos
con el que "lucha" y con el que "resuelve", pero en otros
escenarios, cambian los papeles de ese binomio, uno y otro se
convierten en premisa y resultado de un sórdido juego signado por la
forma más primitiva de oferta y demanda.
"Por la izquierda" es un trueque ajeno a toda regla de
intercambio, desprovisto de valores morales y del sentido de lo
prohibido; una total indolencia para disponer como dueños de la
propiedad colectiva, privatizando al Estado. Algunos creen no timar
a nadie, "lo tomas o lo dejas" es su lema. Otros saben que actúan en
contra de la ley o del orden establecido y lo hacen conscientes de
cuáles pueden ser las consecuencias.
Grande es el desgarramiento moral para la sociedad, y el daño
monetario, material y de recursos al Estado, de donde se alimenta y
engorda el mercado subterráneo. Hay también un perjuicio directo
hacia quien le urge un documento o le apremia un servicio y está
obligado a transitar por los mecanismos establecidos, con frecuencia
engorrosos, pues no dispone del dinero para comprar voluntades o
hacer un "regalito" a cambio de un "favor". O sencillamente, no está
dispuesto a violar sus principios.
En muchos de esos lugares, administradores y otros directivos
conviven con "por la izquierda" en franca armonía.
Es una paradoja que aun cuando las personas se sienten dañadas
por tan inescrupulosas conductas, no hacen la correspondiente
denuncia, ni se inmiscuyen en su solución, incluso siendo parte del
colectivo laboral donde los hechos ocurren, aunque luego muchos ven
muy claro "la paja en el ojo ajeno".
Tan extendido fenómeno amerita cooperación individual y
colectiva, no hacer mutis ante conductas tan deleznables. El Estado
pierde, y estamos llamados a cuidar el bien colectivo, pero también
pierde, y mucho, quien dócilmente se deja arrebatar su derecho.