La Historia como aventura

Joel Mayor Lorán
Joel@granma.cip.cu

¿Dónde encontrar las mejores aventuras si no en la Historia? ¿Acaso la ficción supera a la realidad? ¡Qué niño podría escapar de la magia de una narración como la del rescate del brigadier Sanguily! Héroes y epopeyas atrapan como el más interesante de los cuentos.

Encima, si el narrador es bueno, cómo no querer saber más: recuerdo a mi maestra Asunción y a Rolando, ¿quién se resistía a viajar con ellos hasta Mesopotamia, Egipto, Grecia, Roma... a escucharles hablar sobre Julio César o Constantinopla?

Ningún relato contiene tantos duelos de espada y travesías arriesgadas por mar, defensa de ciudades contra ataques piratas, batallas que no terminan sino después de muchos días, guerras que duran hasta cien años, conquistas y rebeliones... como una clase de Historia.

Como los líderes de las gestas que narra, el profesor traza la estrategia: en cada encuentro debe adueñarse del corazón de los alumnos, solo así logrará influir en su formación patriótica y espiritual. Los estudiantes necesitan representarse los hechos, la acción de quienes intervienen en estos; saber cómo eran; poder imaginarse lo más fielmente posible el ámbito cultural, los lugares y circunstancias.

Mas, no basta: para que la clase supere el mero papel de crónica descriptiva, ha de ejercitarse el razonamiento, enseñar al educando a explicarse lo acontecido. Bien lo predica el Profesor de Mérito Horacio Díaz Pendás, la enseñanza de la Historia reclama ciencia, arte y pasión.

El profe Arnaldo Silva conoce la fórmula. Nunca le ató planeamiento alguno, ni texto, ni horario. Parecía no necesitar siquiera de los libros, pues su memoria atesora miles de anécdotas fascinantes contadas al detalle, cada suceso con el contexto que lo explica. Quería que aquellos futuros periodistas aprendiéramos cuanto él sabe.

Nos mostró que los héroes son seres humanos, con virtudes y defectos. Talló en carne y hueso a Vicente García. También a Céspedes y Agramonte, capaces de dejar a un lado sus diferencias y anteponer la lucha por la libertad de Cuba.

De clases como las suyas emerge la identificación de los discípulos con los más hermosos valores. Cada lección, además de instruir, educa. Altruismo, amor, intransigencia, patriotismo, coraje, lealtad, en Francisco Vicente Aguilera, Ignacio Agramonte, Antonio Maceo, José Martí, Máximo Gómez, Che Guevara, Camilo Cienfuegos...

No hace falta especificarlo. José de la Luz y Caballero decía que al hombre es preciso educarlo sin que se percate de ello.

En el análisis de lo acontecido en la Guerra de los Diez Años, el Apóstol halló las causas de su fracaso y la estrategia a seguir; y en la historia de Estados Unidos, la entraña imperialista de esa nación. Al estudiar el pensamiento martiano, Fidel percibió la necesidad de la unidad y para ello creó un partido único (heredero del fundado en 1892) y lo ineludible de la opción socialista y antimperialista para una Cuba libre.

Por eso, hemos de mantener vivo a Martí, que no lo conviertan en santo ni estatua. Tenemos que vencer cualquier intento de destruir o restar valor a nuestros símbolos. ¿A quién le conviene un pueblo sin memoria ni ideología? Líbrenos Dios del invierno de la memoria, expresó el Maestro.

La Historia, que ahora integra el plan de estudio de manera continua desde la primaria hasta la universidad, constituye herramienta imprescindible para la actual batalla de pensamiento.

Desde luego, los temas para niños, adolescentes y jóvenes diferirán; a cada nivel han de corresponder diversas fuentes y métodos, con nuevas facetas, para evitar repeticiones y lograr que la enseñanza de esta asignatura funcione como un sistema. Progresivamente, la charla tendrá que compartir espacio con el trabajo independiente y los debates, a modo de consolidar convicciones.

¡Cuánto bien haría trascender el aula! Esa otra clase desarrollada en museos, sitios históricos o mediante el diálogo con participantes en nuestras luchas, adquiere suma importancia, incluso si el maestro no está presente. Y cuando los pupilos realicen una investigación, la defenderán no solo por escrito.

No se habla mal de aquello que se conoce bien, advirtió Martí. Si conocemos la Historia, tendremos donde hallar respuestas sobre qué rumbo seguir.

 

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