El discurso pronunciado por el presidente venezolano Hugo Chávez
en la cumbre de Copenhague en diciembre pasado hizo que muchos
advirtieran la presencia, entre los enviados especiales de los
medios de comunicación, de un escritor y periodista francés que
durante los últimos años ha venido publicando artículos y libros
sobre las causas del deterioro ambiental y la necesidad de hallar
prontas soluciones.
Chávez citó la introducción que Hervé Kempf situó al frente de su
libro Cómo los ricos destruyen el planeta, publicado
originalmente por la casa Seuil en el 2007, y que cuenta con decenas
de miles de ejemplares traducidos a varias lenguas: "No podremos
reducir el consumo material a nivel global si no hacemos que los
poderosos bajen varios escalones, y si no combatimos la desigualdad;
es necesario que al principio ecologista, tan útil a la hora de
tomar conciencia: pensar globalmente y actuar localmente, le sumemos
el principio que impone la situación: consumir menos y repartir
mejor". El mandatario venezolano acotó intencionadamente, y
dirigiéndose a quienes hicieron lo posible y hasta lo imposible por
diluir los propósitos de la Cumbre: "Creo que es un buen consejo el
que nos da este escritor francés".
En
los reportes de Kempf para el diario Le Monde sobre la Cumbre, este
lamentó la escasa transparencia de la fase final del proceso de
negociaciones; la falta de compromiso real de los principales
líderes europeos, más preocupados por las agendas políticas
domésticas que por clarificar los resultados de la cita; y la
postergación de las demandas de los movimientos sociales que se
manifestaron paralelamente al cónclave.
Concluyó con palabras inequívocas: "Durante la conferencia,
Europa, de facto, se alineó con la posición de Estados Unidos". Pero
llamó la atención sobre la creciente pujanza de estos últimos, de
manera tal que no podrán ser ignorados.
Si se sigue la trayectoria de Kempf, saltará a la vista cómo en
el curso de los últimos 20 años ha evolucionado su postura desde la
simpatía por los pronunciamientos ecologistas hasta una comprensión
radical del vínculo entre crisis ambiental y hegemonía imperial.
Al suceso del libro citado por Chávez siguió en el 2009 un ensayo
que ya desde el título resulta sumamente revelador: Para salvar
el planeta, salir del capitalismo.
Entrevistado sobre la proyección de este nuevo aporte, el
escritor habló claramente de la relación intrínseca entre el
sistema, sus mecanismos para ejercer la hegemonía ideológica y la
catástrofe ambiental a la que estamos abocados.
"La oligarquía mantiene un modelo cultural de hiperconsumo que
difunde al conjunto de la sociedad a través de la televisión, la
publicidad, las películas. Ese modelo tiene que cambiar, pero está
tan arraigado en la manera de vivir de la oligarquía con su enorme
acumulación de riquezas que esta se opone a esos cambios. Un
millonario nunca aceptará andar en bicicleta porque su modelo, su
poder, su prestigio, es el auto caro. Si queremos atenuar la crisis
ecológica, ese es el modelo que debemos romper. Es necesario reducir
el consumo material y el consumo de energía. Estamos entonces en
plena confrontación entre la ecología y la justicia, por un lado, y
por el otro, una representación del mundo totalmente inadaptada a
los desafíos de nuestra época".
A Kempf le parece insuficiente la mera descripción de un
deplorable estado de cosas: necesitaba subrayar cómo detrás de las
evidencias —crecimiento exponencial de las emisiones de carbono,
incremento de la desertificación, reducción de las fuentes de agua
potable, aumento del agujero de la capa de ozono, desaparición de
especies endémicas, calentamiento global, estrechamiento de franjas
forestales—, se hallaba una cuestión de fondo: la esencia misma del
capitalismo.
Habría que recordar cómo el 12 de junio de 1992, una voz
premonitoria se elevó en Río de Janeiro, durante la llamada Cumbre
de la Tierra. Fue la del Comandante en Jefe Fidel Castro, quien puso
los puntos sobre las íes cuando el grave problema todavía no se
había desencadenado en la magnitud que hoy conocemos y prácticamente
nadie alcanzaba a penetrar con lucidez en una perversa trama
vinculante.
"Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer
por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales
de vida: el hombre. Ahora tomamos conciencia de este problema cuando
casi es tarde para impedirlo. Es necesario señalar que las
sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz
destrucción del medio ambiente. Ellas nacieron de las antiguas
metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez,
engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa
mayoría de la Humanidad. Con solo el 20% de la población mundial,
ellas consumen las dos terceras partes de la energía que se produce
en el mundo. Han envenenado el aire, han debilitado y perforado la
capa de ozono, han saturado la atmósfera de gases que alteran las
condiciones climáticas con efectos catastróficos que ya empezamos a
padecer.
"(