Por vez primera, desde que su hogar se llenó de alegría con la 
			presencia de ambos, ella estaría físicamente ausente ese día tan 
			significativo para toda la familia.
			
			¿Cumpleaños?
			
			"Mucho más —afirma Degnis Tamayo, el esposo. Nuestros hijos 
			nacieron el 26 de marzo de 1999, pero en realidad Carlitos volvió a 
			nacer a los diez meses, el 28 de enero del 2000, cuando el doctor 
			Selman y otros especialistas del Hospital William Soler le hicieron 
			una compleja intervención quirúrgica a corazón abierto durante diez 
			horas, para salvarlo de una muerte segura. 
			"El niño —explica Degnis— tenía invertidas las arterias que van 
			al corazón (transposición de grandes vasos). La operación fue uno de 
			esos logros científicos y humanos a los cuales nos tiene 
			acostumbrados la medicina cubana. Por eso, el 28 de enero es como el 
			segundo cumpleaños de Carlitos."
			
			No siempre la ausencia quiere decir olvido. Lo ha comprobado 
			Miriam, minuto a minuto, desde que llegó a Nicaragua como integrante 
			de la brigada médica cubana encargada de realizar allí un estudio 
			científico, psicopedagógico, social y clínico-genético con personas 
			discapacitadas.
			"Mis niños están allá en Cuba —asegura en uno de sus mensajes— 
			pero van conmigo a todas partes, desde que salimos de los hogares 
			nicaragüenses donde estamos viviendo (antes del amanecer) hasta que 
			regresamos (tarde en la noche).
			"Los tengo en mi mente, pero sobre todo los siento cada vez que 
			veo a esos niños discapacitados, de familias muy pobres, sin 
			recursos para acceder a una intervención quirúrgica, a un examen, a 
			un medicamento costoso, a la enseñanza especial requerida.
			"Es en esos instantes cuando más recuerdo a mis hijos, sobre todo 
			a Carlitos, y cuando más valoro el privilegio de los padres cubanos 
			al poder contar con un sistema de salud como el nuestro.
			"Pero también viene mucho a mi memoria el doctor Selman. No solo 
			por gratitud (él salvó a mi hijo y a muchos niños más), sino también 
			por lo que siento al ver aquí a algún pequeño con una afección 
			cardiovascular. En esos casos me digo: si Selman estuviera aquí, si 
			este niño pudiera viajar a Cuba y ser atendido allá¼ 
			". 
			Nerviosos sobre el teclado, los dedos de Miriam responden con 
			ansiedad las tres o cuatro preguntas que un mensaje electrónico puso 
			ante su mirada¼ desde el buzón familiar. 
			Pero una de ellas se le torna nostálgicamente "difícil".
			"¿Mi mayor deseo este 28 de enero?"
			A pesar de su innata sensibilidad, Miriam no evoca lo imposible: 
			abrazar a sus niños, celebrar en casa (como tenía previsto) los diez 
			años de aquel "milagro cotidiano" que "hizo nacer otra vez a 
			Carlitos en los quirófanos del hospital William Soler...".
			En todo caso, prefiere liberar un interminable suspiro y escribir 
			lo que sabe está plenamente asegurado: "que mi niño siga gozando de 
			excelente salud; que durante todo el día reine en mi hogar la 
			felicidad de siempre".
			Y así ocurrió.