Muy vital y cantando en su misma tesitura de barítono, según
confiesa, le parece increíble "estar en la ciudad a la que llegué
cuando era un pelao (muchachito) de 22 años; me marcó humanamente y
proyectó artísticamente hacia el resto del continente".
Cuba ha sido siempre una obsesión para él. En muchos de sus
éxitos se hace referencia explícita a nuestro pueblo, como es el
caso de Me voy pa’ la Habana ("Yo no soy de por aquí/ yo soy
muy barranquillero/ nadie se meta conmigo/ que yo con nadie me meto/
me voy pa’ La Habana/ y no vuelvo más¼
"), de José María Peñaranda, un vallenato que él soneó.
Pinedo no ha querido regresar como un simple turista. Ante las
muestras de cariño de que ha sido objeto y comprobar que lo
recuerdan, ya Nelson no abriga dudas sobre la acogida que tendrá en
la gala que ofrecerá en el capitalino Teatro América el 7 de marzo
próximo, bajo la dirección artística de José Ramón Artigas y en la
cual tendrá como invitada especial a Omara Portuondo ("Con ella
recordamos cuando actuamos juntos en Tropicana, era y sigue siendo
una hermosa muchachita y evocamos a la inmensa Aída Diestro").
También habrá actuaciones de Pupy Pedroso y otras figuras
nuestras, —el sonido Sonora lo pondrá la legendaria Lira Matancera—,
así como de Salma Eukaris, juvenil guarachera venezolana, quien lo
acompaña en el viaje donde también grabó la música del espectáculo.
Nelson llegó inicialmente a Cuba con La Casino de Sevilla, una
orquesta española, y ríe al recordar que lo hizo ataviado y cantando
como si fuera un gitano, y no pasó nada, pero la grabación de
Monísima (un chotis) sirvió para que en 1953, entrara en
sustitución de Daniel Santos, en La Sonora Matancera, en la que
gracias al olfato de Rogelio Martínez, su director y los arreglos de
Severino Ramos, convirtió en éxitos El ermitaño, de Rafael
Escalona; El muñeco de la ciudad, de Adrián Pérez; El
Almirante del Ritmo y otros números que llevó a tiempo de
guaracha y son.
Nelson realizó más de 320 grabaciones con el citado conjunto y
otras importantes agrupaciones, entre ella los Hermanos Castro. Ha
recibido importantes reconocimientos por su trayectoria. A partir de
1968, fijó su residencia en Caracas, donde en 1972, se le otorgó la
nacionalidad venezolana.
Ahora en compañía, entre otros amigos, de Senén Suárez (Matanzas,
1922), quien como compositor le aportó La esquina del movimiento
(Galiano y San Rafael), El carioquero, Muñeca adorada
y otros números que acrecentaron su fama, recorrió lugares
entrañables de sus andanzas juveniles por nuestra capital.
Y se dio el gusto, en la Casa de la Música EGREM de Miramar, de
cantar con el Septeto Nacional Ignacio Piñeiro y Eugenio Rodríguez
(Raspa), su director y voz principal, con sus 69 años, lo golpeó
sentimentalmente al recibirlo diciéndole: "Desde que yo era un
muchacho lo admiraba por su registro vocal y como interpretaba
nuestros ritmos". A lo que Nelson le respondió: "Me hace feliz, pues
puedo decir que llegué gracias al son y me voy tras cantar con sus
maestros".