La situación causada por el sismo en Puerto Príncipe, capital de
Haití, hace afirmar a expertos internacionales presentes allí que un
60 por ciento de las edificaciones han sido totalmente destruidas,
declaro Ricardo García Nápoles, embajador de Cuba en esa nación.
En un intercambio con especialistas venezolanos llegados en ayuda
del pueblo haitiano, el diplomático cubano recibió la apreciación de
ellos sobre el terreno que les permite asegurar que está seriamente
dañado otro 30 por ciento de las instalaciones en el territorio
capitalino, y el restante 10 por ciento tiene una posición de
relativa estabilidad constructiva.
Esta capital sufrió el pasado martes 12 de enero los efectos de
un sismo de siete grados en la escala abierta de Richter, que ha
provocado inconmensurables daños en toda su infraestructura,
residencias, edificios públicos y otros, así como también una cifra
de muertes imposible de cuantificar con exactitud.
Aún este domingo, a cinco días del siniestro, reposaban bajo los
escombros los cuerpos sin vida de los que no pudieron escapar al
colapso de las edificaciones, su inmensa mayoría construidas con
bloques, argamasilla, cemento y otros materiales, pero endebles ante
un fenómeno natural como el acontecido.
El país no solo sufrió la destrucción de las edificaciones en la
capital y sus alrededores, sino que además, el funcionamiento desde
el Gobierno central, sus principales ministerios y otras entidades,
se ha desestabilizado, por las perdidas de personal, documento
trascendentes y otros aspectos fundamentales.
La población de la capital empieza a salir del primer impacto
terrible del sismo, y se contemplan aislados puntos de venta de
frutas, canutos de caña, refrescos y otros artículos, así como de
elaboración de alimentos ligeros, entre otros.
Se mantiene por el día un constante ir y venir de un lado para
otro de cientos y miles de personas que lo han perdido todo y buscan
infructuosamente conocer el paradero de parientes y amigos, o donde
asearse, alimentarse o pernoctar.
Pero aún se mantienen bajo el golpe psicológico de una
inmovilidad general para su reacción en pasos que les lleven a
restañar los daños.
Algunos equipos comienzan a retirar escombros, y camiones pesados
a cargarlos y transportarlos hacia otros lugares. Pero es
insuficiente este proceso ante la magnitud tan grande de la tarea
por acometer.
En el retiro de escombros, de los cadáveres insepultos, de
apuntalamientos de lugares con peligro de nuevos derrumbes, junto
con la atención a los heridos y acciones de salud para evitar
epidemias, donde se concentran las necesidades actuales de ayuda
internacional a este pueblo.
Como se ha evidenciado sobre el terreno, no hay violencia ni
desorden en esta capital y sus alrededores, y su población permanece
pasiva en los puntos de refugio al aire libre en parques y terrenos
deportivos, o, como se ve en numerosos lugares, acampando con carpas
improvisadas en los patios, aceras y calles, y no se atreven a
permanecer dentro de las viviendas que quedaron en pie.
Hay tranquilidad, y el panorama no muestra desesperación en los
haitianos de la capital, una clara señal hacia los que, en el mundo,
están batiendo banderas de militarizar a Puerto Príncipe ante la
posibilidad de amenazas de desorden y de bandalismo.
La ayuda alimentaria está llegando a un aeropuerto colapsado
también, pero que inexplicablemente se retiene en sus instalaciones
sin que se organice su adecuada y disciplinada distribución.
Como se afirmo en su momento por el Comandante en Jefe Fidel
Castro Ruz, nada se puede improvisar en Haití. La contribución del
mundo a este pueblo no puede ser de una naturaleza que pase por el
envío de tropas militares, sino por el soporte en oportunidades de
desarrollo económico y social.