El fraude de los jeringuillazos o era de los esteroides, como la
llaman en USA, se ha convertido en un tema perenne. Cerró los
últimos 12 meses cual divo irrevocable y reaparece en escena con una
muy movida oferta para este principio del 2010, presentando a una de
las estrellas principales de estas marfiladas.
Las confesiones hechas a principios de esta semana por el otrora
jonronero Mark McGwire —intentando convencer de que no es lobo sino
ovejita descarriada— puso nuevamente sal y picante a la
controversia, en la que de un lado, Bud Selig, comisionado de las
Grandes Ligas, intentó hacer borrón y cuenta nueva, al afirmar que
"la era de los esteroides es cosa del pasado y así lo confirmaban
las palabras de McGwire", opinión rechazada por John Fahey,
presidente de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), firme en su
posición de que el mea culpa del retirado deportista sitúa al
béisbol de EE.UU. en la obligación de "ser más severo con los
peloteros que utilicen drogas prohibidas", porque ese no es un
problema resuelto ni mucho menos.
Entre lágrimas (afirma la prensa de aquel país), el famoso
toletero que con 70 cuadrangulares en 1998 rompió la marca de 61
(1961) en manos de Roger Maris, explicó que desde el 2005 pretendía
exponer sus cuitas en público¼ pero su
pose de gigante abatido no engaña, en realidad le urge blanquear su
imagen porque intenta volver a los estadios gracias a un contrato
como entrenador de bateo de los Cardenales de San Luis, válido a
partir de febrero.
Por supuesto, los dueños del equipo quieren asumir al hombre
limpio de polvo y paja, de ahí su descarga frente a las cámaras y
micrófonos, tratando de persuadir de su "inocencia", pues, según él,
consumía productos dopantes para erradicar sus frecuentes lesiones y
no en aras de aumentar el poder al bate.
Si lo eximieran de culpa, también estaría en condiciones de
aspirar a entrar al Salón de la Fama, en caso de que obtuviera el
favor de los votantes, quienes tienen un año completo para decidir.
De acceder al contrato y ser aceptado en Cooperstown, haría un
negocio redondo.