Pero lo decía seguro de labios hacia afuera y no como un
reproche. Era apenas una señal de su buen sentido del humor. El
motivo real era en todo caso enaltecer la valía de una institución
que representa lo más genuino de las tradiciones campesinas.
Quizás por eso todas las fiestas que se celebran en la Casa
Naborí, entre décimas y controversias, son una inevitable evocación
a ese símbolo de la música campesina que fue Jesús Orta Ruiz. Así
debió ocurrir de manera muy especial durante los festejos por los 20
años de esa institución cultural. En el recuerdo de la Casa también
persiste el inolvidable Pablo Luis Álvarez, (Wicho), su fundador y
primer director.
Reynaldo Gil González (Papito), uno de los animadores más tenaces
de este proyecto veinteañero, dijo a Granma que el signo de
la Casa es abrigar a los talentos y a lo que más vale y brilla del
género cubano. Al propio tiempo organiza concursos de improvisadores
y décima escrita y se empeña en la tarea nada fácil de promover
repentistas entre los niños interesados en la buena espinela.
El centro creó la Distinción Viajera Peninsular, que se entrega
anualmente a las figuras más relevantes de la música guajira,
(poetas, intérpretes, promotores). El máximo galardón se otorgó en
fecha reciente a Elia Rosa Borges, sobresaliente artista de la
música campesina y a Luis Cordero, promotor cultural en la comunidad
de Máximo Gómez, por su contribución a la cultura tradicional de
nuestros campos.
El arribo de la Casa Naborí a sus primeros cuatro lustros
sostiene la validez de una experiencia notable para el territorio
matancero y de manera muy especial para Limonar, donde siempre quedó
complacido Jesús Orta Ruiz, poeta de voz universal y uno de los más
grandes cultores de la décima en Iberoamérica.