Yorelvis sigue soñando

Uno de los mejores bateadores del béisbol cubano sostiene su clase sobre los diamantes

ORTELIO GONZÁLEZ MARTÍNEZ

Foto: Ricardo López HeviaCIEGO DE ÁVILA.— Alejado del bullicio de las gradas, sentado en la sala de su casa, Yorelvis Charles Martínez habló de hechos que lo llevaron a pensar en el retiro del béisbol activo cuando había jugado 12 series nacionales y estaba en plena capacidad atlética.

Nadie le explicó por qué no fue escogido en la nómina de 24 peloteros del equipo nacional de béisbol que representó a Cuba en el pasado Campeonato Mundial. Como si no bastara, no estuvo en la lista de los seis suplentes.

Y más: previo a la competencia del orbe, selecciones del patio participaron en el II Clásico Mundial de Béisbol; y en el torneo Interpuertos de Rotterdam, Holanda. En ellos tampoco figuró el nombre de Yorelvis.

La decisión de no incluirlo en estas nóminas atizó la polémica en los aficionados, medios de prensa y dentro del mundillo de las bolas y los strikes; movilizó al deporte del patio que rompe corazones de multitudes y atletas, sobre todo cuando se comete una injusticia, como en el caso de este pelotero, quien pese a ser uno de los de mejor rendimiento entre los que participaron en la pasada campaña, vio premiado su esfuerzo con un "vete para la casa, después te explicamos".

Al parecer, Yorelvis está obligado a llevar sobre su espalda el pesado lastre de "no gustar" a algunos entre aquellos que deciden, mientras en el terreno los calla a "batazo limpio", a fuerza de rendimiento ofensivo y defensivo.

Tercero entre los mejores bateadores en la pasada temporada (387 de average), 14 jonrones, 60 carreras anotadas, 69 impulsadas..., números que no convencen.

—¿Y qué puedo hacer? La pasada Serie fue la mejor de mi vida. Realicé una gran preparación. Siempre tuve esperanza, pero no hay deporte más impredecible que el béisbol, fuente de polémicas opiniones. Pensé que haría el grado en alguno de los equipos y no fue así. Eso molesta, pero más incomoda que te manden para la casa sin darte explicación. Te esfuerzas al máximo, logras buenos resultados y, de pronto, se te cierran todas las puertas y no puedes representar a tu país por capricho de alguien.

—¿A qué atribuyes esas exclusiones?

—Uno demuestra en el terreno lo que es capaz de hacer. No he defraudado a mis seguidores. Y el mejor de los ejemplos es que muchos, simpatizantes o no, se preocuparon por mí en los momentos difíciles, cuando no quería salir de mi casa y pensaba en dejar el béisbol, al que he dedicado casi toda mi vida. No sé cuál pudiera ser el problema.

—Quizás, la manera de comportarte en el terreno, tu sangre fría, incluso, cuando el lanzador contrario te golpea.

—Todas las personas somos diferentes. Pienso que hago bien lo que me corresponde. Víctor Mesa tenía un temperamento y Antonio Pacheco, otro, y ambos fueron muy grandes. Sin ánimo de comparación, quiero ilustrar que cada quien es como es, y nada de eso impide jugar bien al béisbol, que cumplas los roles, y seas elegido si tienes buen rendimiento. Para algo uno se esfuerza.

Cuando pararon la Serie Nacional para conformar el equipo al II Clásico Mundial de Béisbol, encabezaba la lista de los bateadores (390 de average), era la primera base de mejor coeficiente JAS, y a la defensa tenía un solo error en 581 lances, según las estadísticas de Benigno Daquinta, y me quedé con los deseos de representar a Cuba en ese evento. Creo que merecía estar por derecho propio.

—¡Tuviste la suerte de ser campeón olímpico con el conjunto que representó a la Mayor de las Antillas en Atenas 2004!

—Nada de suerte, gané el derecho. Esa es la única vez que fueron justos y premiaron mi esfuerzo.

—Dicen que no eres un bateador oportuno.

—No lo creo. Si fuera así, no tuviera más de 550 carreras impulsadas en las 13 series en que he participado.

—¿Y qué te motivó a continuar?

El compromiso con el equipo, mi pueblo, mi familia, y con todos aquellos que me ayudaron cuando más lo necesitaba. También es una manera de no darle el gusto a mis detractores, esos que tratan de impedir que yo siga soñando.

 

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