Cuando
el 7 de diciembre de 1896, el Mayor General Antonio Maceo Grajales
exhaló su postrer aliento en la hasta entonces poco conocida finca
Bobadilla, en San Pedro, Punta Brava, no solo Cuba perdía al
Lugarteniente General del Ejército Libertador, segundo jefe de ese
órgano, sino también al revolucionario íntegro que con coraje luchó
durante casi tres décadas por la independencia patria.
Fue aquel mulato humilde que con 23 años de edad se sumara a la
contienda independentista iniciada por Carlos Manuel de Céspedes en
el ingenio Demajagua.
Aventajado alumno de Máximo Gómez, devino Maceo excelente cuadro
de mando. Pero su dimensión política marcó pauta en la historia
nacional cuando, ante la onerosa paz del Zanjón, se irguió con
gallarda intransigencia en Baraguá.
Con aquella viril actitud, apreciada por José Martí como "de lo
más glorioso de nuestra historia", él y los hombres que lo
secundaron reafirmaron el amor a la independencia y la justicia
social, salvaron el honor y la vergüenza de los cubanos, y
enaltecieron a la Patria.
No escapó al Titán de Bronce que para enfrentar al poderío
español resultaba imprescindible la unidad política y moral de las
fuerzas revolucionarias y por eso el veterano guerrero acudió presto
al reclamo martiano. Veía al fin convertido en realidad su más caro
sueño y, feliz, volvió al campo de batalla para de nuevo escribir
gloriosas páginas en las cuales figuraron hazañas tan brillantes
como la invasión de Oriente a Occidente.
Sorprendido su campamento de tránsito, en San Pedro, y aceptado
el combate en condiciones sumamente desventajosas debido a su
desconocimiento del terreno, una bala enemiga le ocasionó la muerte
casi instantánea al penetrarle por el maxilar inferior. Caía así
abatido el héroe de mil batallas, el hombre que en más de veinte
ocasiones resultó herido, varias de ellas de gravedad, y su
fortaleza física se impuso para permitirle ensillar nuevamente su
caballo, tomar las bridas y, machete en mano, continuar derrotando
al adversario.
Estando su cadáver a merced del enemigo, el joven Francisco Gómez
Toro, Panchito, quien no participaba en el combate por encontrarse
herido, acudió presto a "morir al lado del general". Los
indisolubles lazos de unión que desde la más tierna infancia
percibiera entre su padre, Máximo Gómez, y Maceo, lo llevaron a
inmolarse junto al cuerpo sin vida de este.
Asimismo, su juventud —tenía al morir 20 años de edad— no le
impidió valorar lo que su captura vivo representaría para el
enemigo, por su condición de hijo del máximo jefe del Ejército
Libertador. Por ello recurrió al suicidio, pero su debilidad física
—había sido dos veces herido— le impidió consumar el intento. El
adversario se encargaría de poner fin a su vida al propinarle un
machetazo en la parte posterior del cuello.
El joven, en singular holocausto, alcanzaba por méritos propios
un lugar en la historia patria, sin que en ello influyera la sombra
que representaba el ser hijo del General en Jefe. Acerca de esto
escribió a su padre, el 17 de enero de 1896: "Me avergüenzo cada
día de ver cómo se me celebra donde quiera que voy por ser hijo de
Ud., sin que en realidad merezca yo tales deferencias: Me siento,
papá, muy pequeño: hasta que yo no haya dado la cara a la pólvora, y
a la muerte, no me creeré hombre. El mérito no puede heredarse, hay
que ganarlo."
Fue Maceo, el único jefe mambí cuya visión política, tras la
muerte de Martí, podría haber impedido el escamoteo de la victoria
porque comprendió cabalmente el peligro que Estados Unidos entrañaba
para Cuba, y ante tendencias anexionistas que tomaban fuerza en
algunos sectores, manifestó: "No me parece¼
provechosa al porvenir de Cuba, la intervención norteamericana, como
supone la generalidad de nuestros compatriotas. Creo más bien que el
esfuerzo de los cubanos que trabajamos por la patria independiente,
encierra el secreto de nuestro definitivo triunfo."
Ese pensamiento enaltece hoy a los que también conmemoramos en
este día el aniversario 75 del natalicio de ese otro joven heroico
que fue Frank País, el XX aniversario de la Operación Tributo: la
definitiva sepultura en nuestra tierra a los caídos en las misiones
internacionalistas, y el aniversario 16 de la creación de la
Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana.