El premio flaco y El niño pez

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

Ya son pocos en el mundo los que se atreven a llevar el teatro al cine en forma de puro teatro, o casi. Si en un inicio el arte escénico resultó fuente inagotable para el cinematógrafo, pronto éste, con sus posibilidades técnicas, se dio cuenta de que debía transformar aspectos tales como la declamación y el ojo frontal de la cámara, siempre inamovible para capturar la escena.

El niño pez, de la argentina Lucía Puenzo.

Hoy día, los directores de cine se siguen nutriendo de obras teatrales exitosas, pero en la adaptación se empeñan por lavarlas hasta el infinito y quitarles cualquier tufo que pueda denunciar su procedencia: transforman diálogos, filman exteriores, inyectan movimiento, y ni siquiera tienen que recordarles a los actores que "el tono" debe ser otro.

Sabido todo lo anterior, Juan Carlos Cremata filmó El premio flaco, sobre la obra homónima de Héctor Quintero y lo hizo, casi, a puro teatro y respetando la letra.

Lo primero que resalta de este reto artístico a contracorriente con el quehacer actual, es su sensibilidad para capturar una época con los sueños propugnados por la propaganda comercial como único remedio para transformar vidas. No importa que los personajes, en una obra que ya tiene medio siglo, hayan sido trajinados muchas veces en historias aproximadas y hoy hasta nos puedan parecer arquetípicos. En El premio flaco, lo mismo por lo que expresan, como por el mundo que llevan dentro, esos personajes se proyectan revitalizados, producto del serio trabajo de composición dramática que se hizo con ellos.

La tragicomedia de Iluminada Pacheco ––afortunada ama de casa que compra un jabón y se gana una casa–– va tomando cuerpo con un buen ritmo y actuaciones femeninas que serán consideradas memorables, con la protagonista Rosa Vasconcelos a la cabeza, y termina en un último acto en que lo esperpéntico y melodramático, por reiterativo y hasta desbordante, debió tener (en pantalla, donde el tiempo se siente diferente) un poco de contención.

Un subrayado de atmósfera profundamente teatral que se pensó propicio para insertar la tesis moralizante acerca de la maldad que, menos a la compasiva Rosa, termina por devorar a todos los personajes. Malevolencia simbolizada, con su remedio romántico, esperanzador, en la imagen deslavada, de ojos claros y luminosos, tanto del joven que porta los libros y no vive en el corazón del barrio marginal, como de la niña que gracias a su porte y sensibilidad, no parece pertenecer a la "tralla" que allí habita. Ambos, compadeciéndose, marcharán a la cola de los antiguos amigos de Rosa, ahora convertidos en una masa de ingratos que se burlan de la desgracia de la buena mujer, que ha tenido que volver a sus andanzas del circo.

Un signo de la esperanza, de la solidaridad y de creer en un ser humano mejor frente a las vicisitudes que está plasmado en la obra, pero que en la película pareciera demasiado "enganchado" en sus deseos de concretar un guiño de ilusiones.

Por lo demás, un filme eficaz y con valores artísticos, incluyendo las actuaciones, una a una, sobre el que habrá que volver.

EL NIÑO PEZ

La sexualidad presente en la conocida y bien valorada XXY, de Lucía Puenzo, vuelve a estar presente en El niño pez, incluso mediante la misma actriz de su primera película, Inés Efrón, representando ahora a una adolescente que se enamora (perdidamente) de la atractiva criada paraguaya que labora en su casa, la que también es pretendida por el regente de familia y padre de la primera. Prometedor comienzo de una historia que parece centrarse en un conflicto familiar entre padres e hijos, pero que luego abre las alas de forma tan abarcadora que termina convirtiéndose en una de esa denominadas películas para "todos los públicos", tiroteos y finales felices incluidos. La Puenzo sabe filmar, de eso no hay duda, pero en esta historia, nacida de una novela suya, le sobran subtramas y deseos demasiados comerciales de "agradar". Para destacar, la escena submarina del niño pez que deja con deseos de seguir sabiendo.

 

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