Entraba al teatro del pediátrico Juan Manuel Márquez de Marianao,
donde tuvo lugar este lunes el acto por el aniversario 20 de la
inauguración de ese prestigioso centro asistencial, y al ver la
presencia, junto a un joven, de la profesora Martha Longchong,
destacada oncóloga pediatra, acudí de inmediato a saludarla. "Mira,
te presento a un ex paciente, ucraniano, atendido en nuestra
institución cuando era un niño". Y no dijo más, el joven nos contó
esta historia:
"Me llamo Oleksandr Savchenko y soy uno de los 117 niños con
enfermedades oncológicas que llegaron a Cuba a mediados del año 1990
gracias al programa humanitario que Cuba organizó para los niños
víctimas del accidente de Chernóbil.
"Desde que nuestro avión aterrizó en suelo cubano nos esperaba un
mar de amor de este pueblo. Al frente se encontraba Fidel.
"Fuimos trasladados a este hospital recién inaugurado donde
habían destinado una sala para nuestra atención. Todos nos recibían
como si fuéramos su propia familia. Fueron muchas las muestras de
afecto y cariño de todos los trabajadores de este centro.
"Eran años difíciles también para los cubanos por el periodo
especial, y fuimos testigos de cuánto se sacrificaban para que no
faltaran alimentos ni medicina. La mayoría regresamos a nuestro país
en remisión y muchos curados.
"Mi diagnóstico era bastante grave. Padecía un tumor de
hipófisis, y viajé con mi madre con solo siete años en busca de una
esperanza que en mi país había perdido. No podemos olvidar cuántas
investigaciones y tratamientos me realizaron en ese servicio
encabezado por la doctora Martha Longchong y su equipo de médicos y
enfermeras, todo totalmente gratis.
"Hoy estoy de pie, disfrutando de mis 25 años, lleno de planes
para mi vida futura, gracias a los cubanos. Por una beca que me
ofrecieron me acabo de graduar como Estomatólogo. Más de 23 000
ucranianos retornaron a sus hogares totalmente recuperados.
"A los miles de vidas que los médicos cubanos vienen salvando en
todo el mundo en misiones internacionalistas, quisiera que sumaran
la mía y la de los centenares de niños ucranianos víctimas de la
catástrofe de Chernóbil que fueron atendidos en Cuba.
"En la vida hay momentos en que no alcanzan las palabras para
expresar lo que uno siente. Son pálidas, poco significativas, y
debido a su uso cotidiano se pronuncian casi por inercia. ¿Cuántas
veces decimos al día la palabra ‘gracias’? Quizás decenas de veces.
Pero cuando se trata de los médicos, enfermeras, trabajadores de la
salud de este país, esas ‘gracias’ debemos escribirla en letra
mayúscula".