María Elena Llorente

Cinco décadas entregando arte

TONI PIÑERA

Emocionada y conmovida nuevamente por las ovaciones de un público que nunca la olvida, la inmensa primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba, María Elena Llorente recibió el pasado sábado un homenaje por sus cinco décadas de vida artística en la misma sala donde cosechó grandes triunfos a lo largo de su carrera: la sala García Lorca.

Foto: Alberto BorregoEntre flores y muchos amigos-admiradores expresó que ella había nacido para bailar y no para hablar. Cincuenta años se dicen fácil, pero son ¡muchos!, y reconoció que se le fueron muy rápido. "Quisiera haberlos disfrutado más todavía...".

Las memorias traducidas en imágenes dejaron ver a la bailarina en diferentes facetas e instantes de su vida en las tablas sobre una pantalla, tejiendo la historia de una mujer abnegada, apasionada, cuya voluntad férrea unida al esfuerzo la hizo alcanzar grandes metas en un difícil arte como el de la danza desde lo clásico hasta lo más contemporáneo, a la que ha entregado 50 años que no cabrían en estos breves recuerdos, al decir del crítico y periodista, Eduardo Heras León en las palabras de elogio a la también maitre, profesora y ensayadora, quien siempre ha ido en la búsqueda de la perfección.

El programa concierto de la jornada se inició con la pieza Después del diluvio, coreografía de Alberto Méndez que acercó nuevamente a las tablas el original alfabeto danzario del creador inspirado en el Carnaval de los animales, de Saint-Saéns, un trabajo donde se resume el fundamental aporte de un artista.

Agradable instante fue esa joya coreográfica de Iván Tenorio: Rítmicas, donde convergen la técnica académica en diálogo con elementos de las danzas populares. La pareja protagónica desató fuertes ovaciones: Yolanda Corveas y Osiel Gounod.

Como colofón de la noche apareció La fille mal gardée, obra en la que se reunieron dos homenajes: el de María Elena Llorente, entre los grandes roles en los que dejó sus huellas está la Lisette, y porque esta pieza celebra, en este 2009, sus 220 años de creada. Una agradable función que será recordada por largo tiempo. Desde los protagónicos: Bárbara García —espléndida en una Lisette casi perfecta donde primó ante todo el estilo y en la que se unió a la perfección pantomima, técnica (interminables giros, extensiones...),— así como un fraseo lírico y armónico con el joven Dayron Vega (Colin) que brilló, tanto en sus solos como en la labor de acompañante que matizó su actuación. Mención aparte merece un gran bailarín demi-carácter como es Félix Rodríguez, quien en este tipo de personajes, y en particular, en Mamá Simone logra la medida exacta, convence y motiva la hilaridad del espectador con suma inteligencia. A su lado dejaron una estela de buen hacer escénico el muy joven Yanier Gómez —excelente en el Alain, tanto técnica como interpretativamente—, así como las Casamenteras (Leticia Silva e Isis Díaz) y Camilo Ramos (Don Tomás).

 

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