Según los datos de 102 países, recogidos en el informe del Fondo
de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Progreso para la
infancia: un balance sobre la protección de la niñez, África
subsahariana —donde uno de cada tres menores de 15 años labora
en la agricultura, las minas, la construcción u otras ocupaciones—,
vuelve a llevarse la peor parte. Mientras, en el área septentrional
de un continente, que tanta pobreza heredó de sus (antiguas)
metrópolis, UNICEF calcula que el 15% de los menores se ven
obligados a trabajar.
Aquellos que viven en las zonas rurales son insertados más
temprano en el mercado laboral, entre los cinco y los siete años,
con lo que se pospone, a veces definitivamente, su entrada a las
escuelas.
Sin salarios decentes ni seguridad social, el daño físico y
psicológico, a menudo irreparable, les compromete el futuro. Los
traumatismos son frecuentes e incluyen la pérdida de alguna de las
extremidades, quemaduras, enfermedades de la piel, respiratorias o
gastrointestinales, además de los fuertes dolores de cabeza por las
altas temperaturas a las que se exponen en las fábricas o en los
campos de cultivo.
Para las niñas africanas, en particular, el acceso a la educación
y los logros en esa materia se dificultan aún más, pues se les
impone una triple carga: el trabajo doméstico en sus propios
hogares, fuera de allí en lo que aparezca y, si quedan fuerzas y
tiempo, los deberes estudiantiles. Incluso, cuando una familia tiene
que escoger entre enviar a su hijo o a su hija a la escuela, suelen
ser ellas las perjudicadas. Por tal motivo, las respuestas
gubernamentales, afirman UNICEF y la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), deben tener una orientación de género.
"El trabajo infantil es causa y consecuencia de la pobreza, y
perpetúa el empobrecimiento, pues compromete gravemente la educación
de los niños", señala esta última entidad, que adjudica al sector
agrícola la concentración de más de dos tercios de la mano de obra
en edad escolar.
El documento presentado en Japón por la directora Ejecutiva de
UNICEF, Ann M. Veneman, recopila también, por primera vez, cifras
sobre otros flagelos, que afectan a la población infantil, como la
trata de personas, el abuso sexual, el matrimonio precoz, la no
inscripción de los nacimientos, la mutilación genital femenina y los
castigos corporales.
No obstante, "entender hasta dónde llegan los abusos de los
derechos de los niños es el primer paso para construir un ambiente
donde los menores puedan estar protegidos y tener la oportunidad de
alcanzar su potencial", aseguró Veneman.
A pocos días del aniversario 20 de la Convención sobre los
Derechos del Niño, aprobada y abierta a la firma, ratificación y
adhesión, por la Asamblea General de la ONU, el 20 de noviembre de
1989, UNICEF finalizó su informe con un llamado a la voluntad
política de los gobiernos para el diseño de programas de acción, que
inserten a los menores en la sociedad, a partir de su rehabilitación
y de la garantía de ingreso gratuito a la enseñanza básica.
En ese sentido, ya algunas administraciones del llamado
Continente Negro habían ofrecido una respuesta contra las causas del
trabajo infantil. El Ministerio de Administración Pública, Empleo y
Seguridad Social de Angola, por ejemplo, firmó en septiembre de este
año un protocolo de cooperación con la OIT, consistente en el
combate contra ese tipo de contratación en el país.
El acuerdo de carácter multisectorial, nominado TACKLE, busca
estrategias para proteger al niño, privilegiando su inclusión,
esencialmente, en actividades escolares.
Dajina Magenga, directora del escritorio subregional para África
Central de la OIT, consideró que con este proyecto y con la
realización de los foros nacionales sobre los infantes, el Gobierno
angolano manifiesta su compromiso político al más alto nivel para
reducir la pobreza y contribuir a la abolición del trabajo infantil,
este último, uno de los principales objetivos de la organización
desde que fue fundada en 1919.
En espera de que las iniciativas para reforzar las leyes sobre
contratación infantil y educación se extiendan por toda África, cada
Etienne aguarda, y no solo entre los frutos del cacao, por su
oportunidad de convertirse en niño.