Réquiem por el futuro de Etienne

AIDA CALVIAC MORA

Lo llamaremos Etienne, aunque su nombre podría ser el de cualquiera de los 150 millones de niños, que entre los cinco y los 14 años de edad son víctimas del trabajo infantil en todo el mundo. En las plantaciones de cacao, junto a sus hermanos, renuncia a 12 horas de cada uno de sus días, expuesto al sol y a los pesticidas, para aliviar a sus padres de la carga de un hogar sin pan.

Cada 12 de junio se celebra el Día Mundial contra el Trabajo Infantil para dar a conocer las vivencias de estos menores.

Según los datos de 102 países, recogidos en el informe del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Progreso para la infancia: un balance sobre la protección de la niñez, África subsahariana —donde uno de cada tres menores de 15 años labora en la agricultura, las minas, la construcción u otras ocupaciones—, vuelve a llevarse la peor parte. Mientras, en el área septentrional de un continente, que tanta pobreza heredó de sus (antiguas) metrópolis, UNICEF calcula que el 15% de los menores se ven obligados a trabajar.

Aquellos que viven en las zonas rurales son insertados más temprano en el mercado laboral, entre los cinco y los siete años, con lo que se pospone, a veces definitivamente, su entrada a las escuelas.

Sin salarios decentes ni seguridad social, el daño físico y psicológico, a menudo irreparable, les compromete el futuro. Los traumatismos son frecuentes e incluyen la pérdida de alguna de las extremidades, quemaduras, enfermedades de la piel, respiratorias o gastrointestinales, además de los fuertes dolores de cabeza por las altas temperaturas a las que se exponen en las fábricas o en los campos de cultivo.

Para las niñas africanas, en particular, el acceso a la educación y los logros en esa materia se dificultan aún más, pues se les impone una triple carga: el trabajo doméstico en sus propios hogares, fuera de allí en lo que aparezca y, si quedan fuerzas y tiempo, los deberes estudiantiles. Incluso, cuando una familia tiene que escoger entre enviar a su hijo o a su hija a la escuela, suelen ser ellas las perjudicadas. Por tal motivo, las respuestas gubernamentales, afirman UNICEF y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), deben tener una orientación de género.

"El trabajo infantil es causa y consecuencia de la pobreza, y perpetúa el empobrecimiento, pues compromete gravemente la educación de los niños", señala esta última entidad, que adjudica al sector agrícola la concentración de más de dos tercios de la mano de obra en edad escolar.

El documento presentado en Japón por la directora Ejecutiva de UNICEF, Ann M. Veneman, recopila también, por primera vez, cifras sobre otros flagelos, que afectan a la población infantil, como la trata de personas, el abuso sexual, el matrimonio precoz, la no inscripción de los nacimientos, la mutilación genital femenina y los castigos corporales.

No obstante, "entender hasta dónde llegan los abusos de los derechos de los niños es el primer paso para construir un ambiente donde los menores puedan estar protegidos y tener la oportunidad de alcanzar su potencial", aseguró Veneman.

A pocos días del aniversario 20 de la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada y abierta a la firma, ratificación y adhesión, por la Asamblea General de la ONU, el 20 de noviembre de 1989, UNICEF finalizó su informe con un llamado a la voluntad política de los gobiernos para el diseño de programas de acción, que inserten a los menores en la sociedad, a partir de su rehabilitación y de la garantía de ingreso gratuito a la enseñanza básica.

En ese sentido, ya algunas administraciones del llamado Continente Negro habían ofrecido una respuesta contra las causas del trabajo infantil. El Ministerio de Administración Pública, Empleo y Seguridad Social de Angola, por ejemplo, firmó en septiembre de este año un protocolo de cooperación con la OIT, consistente en el combate contra ese tipo de contratación en el país.

El acuerdo de carácter multisectorial, nominado TACKLE, busca estrategias para proteger al niño, privilegiando su inclusión, esencialmente, en actividades escolares.

Dajina Magenga, directora del escritorio subregional para África Central de la OIT, consideró que con este proyecto y con la realización de los foros nacionales sobre los infantes, el Gobierno angolano manifiesta su compromiso político al más alto nivel para reducir la pobreza y contribuir a la abolición del trabajo infantil, este último, uno de los principales objetivos de la organización desde que fue fundada en 1919.

En espera de que las iniciativas para reforzar las leyes sobre contratación infantil y educación se extiendan por toda África, cada Etienne aguarda, y no solo entre los frutos del cacao, por su oportunidad de convertirse en niño.

 

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