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Agricultura suburbana
No van lejos las de alante…
Miguel
Febles Hernández
Seis meses constituyen un periodo breve de tiempo para medir el
impacto de cualquier programa, máxime si se trata de la puesta en
práctica de un proyecto tan exigente y abarcador como el de la
agricultura suburbana, que tiene hoy su centro de pilotaje nacional
en el municipio de Camagüey, una demarcación de más de 300 000
habitantes con una necesidad imperiosa de incrementar las
producciones agropecuarias propias y reducir de manera gradual la
dependencia de otras regiones del país.
Con
su nuevo “invento”, Gilberto mantiene limpio y cultivado el platanal,
a punto de entrar en producción.
Desde que el programa fue aprobado oficialmente el 8 de abril
pasado hasta la fecha, es sustancial el avance, si se tiene en
cuenta el enorme cúmulo de acciones a ejecutar para organizar y
poner a producir de forma escalonada las 1 291 fincas previstas en
el proyecto inicial, y que ahora se extienden a 1 419 con la
incorporación de las comunidades rurales de Altagracia y San Blas,
lo que aumenta el área cultivable a más de 52 000 hectáreas.
Para dar una idea de la envergadura de este proyecto, en
distintas etapas y hasta el 2015 deberán conformarse y cumplir los
requisitos establecidos 868 fincas que se dedicarán a la ganadería
vacuna, 456 a los cultivos varios y el resto, otras 95, se
especializarán en la cría de ganado menor, el fomento de árboles
maderables y frutales, y la producción avícola y porcina.
Como
parte del programa de la agricultura suburbana, la instalación de
sistemas de riego avanza, aunque no al ritmo deseado.
De esa cifra, la dirección de la Agricultura en Camagüey da por
sentado que, no obstante las actuales limitaciones de recursos, 75
fincas se declararán listas en diciembre, pero antes deben resolver
asuntos imprescindibles como disponer de tracción animal, estar
limpias de malezas y marabú, contar con un área dedicada al cultivo
de viandas y poseer una portada de identificación.
En los primeros seis meses de experiencia ya se logró que todas
las tierras enmarcadas dentro del programa tengan su dueño, unas a
cargo de empresas estatales o cooperativas y otras otorgadas en
usufructo, según el Decreto-Ley 259, a ciudadanos dispuestos a
trabajar y a hacer producir la tierra.
Incorporado
a los convenios porcinos, Alberto entregó seis animales y tiene
listos otros once para la venta.
¿MÁS DE LO MISMO?
"Nada de eso. Esto no es lo mismo de siempre, como dicen algunos.
El programa de la agricultura suburbana tiene una visión mucho más
integral que otros proyectos anteriores. En primer lugar, porque se
desarrolla en el entorno de la ciudad con un propósito claro y una
certeza de lo que tiene que producirse, a partir de una demanda
inicial, para satisfacer las necesidades de la población."
Con más de 45 años ligados al quehacer agrícola, 30 de ellos en
tierras camagüeyanas, el ingeniero agrónomo Darío Batista García es
claro al afirmar que, sin embargo, el programa exigirá de mucha
voluntad: "Si nos ponemos a pensar en los problemas, en las
limitaciones, en los riesgos de perder alguna que otra cosecha,
entonces no avanzaremos al ritmo deseado".
"De lo que se trata —agrega el subdelegado de Cultivos Varios en
Camagüey— es de ofrecer una atención especializada al jefe de finca,
a través de la capacitación y el asesoramiento técnico, para emplear
mejor la tracción animal, utilizar semillas certificadas, aprovechar
de manera óptima las áreas bajo riego y hacer un uso adecuado y
racional de los suelos."
Si bien el programa está concebido estratégicamente para seis
años, quien recorre cualquiera de sus cuatro zonas de desarrollo
puede apreciar que el cambio es ostensible: avanza el desmonte y la
chapea de marabú, surgen nuevos centros de doma de toros, se
instalan sistemas de riego, reaparecen las cercas y los postes
vivos, se perforan pozos, crecen las acciones de reforestación, se
siembran alevines en los embalses y aumentan los firmantes de
convenios porcinos.
"Uno de los mayores retos que enfrentaremos —comenta Darío— tiene
que ver con el acopio y la comercialización de las producciones.
Desde ya se trabaja en la definición de 44 puntos de recepción, cada
uno de los cuales estará ubicado a menos de cuatro kilómetros del
finquero, para propiciar que pueda llevar sus cosechas en carretones
o en cualquier otro medio de transporte."
LA GENTE
ESTÁ EMBULL’a
Así, llanamente, evaluó el campesino Gilberto Gil Serrano el
ambiente que reina hoy entre los hombres y las mujeres del campo
camagüeyano, convencidos de que es esta la alternativa más viable en
las condiciones actuales para producir alimentos, sobre la base de
la diversificación y los principios agroecológicos.
Hace apenas unos meses recibió una caballería de tierra en
usufructo "perdida en marabú", a la que por su posición geográfica
no dudó en nombrarla Finca La Cuchilla, y ya hoy el panorama es
otro: tiene plátano, boniato, frutabomba, un área para el cultivo de
hortalizas, animales de corral, un vivero con 200 posturas de mango
y 700 de café...
Y como no son tiempos de sentarse a esperar, el propio Gilberto
ideó y fabricó lo que dio en llamar una "cuchilla platanera", que
opera de forma manual o con tracción animal, para mantener a raya la
"reventazón" e impedir el enyerbamiento que tanto daño hace a las
plantaciones.
Un poco más cercana a la ciudad, por la carretera que conduce al
oriente cubano, resalta la Finca La Caoba, a cargo de Julio
Carrazana Verdecia, quien ya tiene su casa a punto de concluir en
las inmediaciones de las tres hectáreas de vigorosas caobas
antillanas que constituirán la base económica de la entidad.
Para el fornido trabajador, resulta todo un reto el mensaje que
le dejara el doctor Adolfo Rodríguez Nodals, jefe del Grupo Nacional
de la Agricultura Urbana y Suburbana, al convocarlo a que La Caoba
se convierta en ejemplo dentro de la actividad forestal:
"Es una belleza esta finca, que aunque incipiente, ya va
mostrando que podremos alcanzar los objetivos de la agricultura
suburbana. Recomendamos incluir algunos frutales, como ciruela o
marañón, además del piñón, como postes vivos en las cercas", le
orienta en su nota el destacado especialista.
Y si de belleza se trata, la Finca La Majagua tampoco es segunda
de nadie. El campesino Alberto Hernández Gómez se ha encargado de
transformarla, al punto de contar hoy con casi dos hectáreas
sembradas de boniato de forma escalonada, lo que le permitirá
obtener cosechas prácticamente durante todo el año.
"Si se apoya al guajiro, como hasta ahora, habrá más
producciones. Hay mucha gente entusiasmada, con deseos de aportar, y
eso no se puede desestimular", asegura Alberto mientras baña a sus
cerdos, once de los cuales ya están listos para la venta a la
Empresa Porcina.
Son estas una pequeña muestra, entre otras muchas, de las fincas
que hoy, gracias al trabajo, la constancia y el genuino sentido de
pertenencia, demuestran que el programa en marcha en tierras
camagüeyanas llegó para quedarse, como respuesta eficaz y
sustentable al no resuelto problema del abastecimiento de productos
agropecuarios a la población. |