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Neutraliza Cuba una vez más
Ola de mortal veneno
Narcotraficantes internacionales vuelven a
lanzar por la borda una mortal carga de marihuana. Un haz de miradas
y de manos impide que los indeseables bultos intoxiquen los pulmones
del territorio nacional
Pastor
Batista Valdés
MANATÍ Las Tunas.— Como los demás soldados y combatientes del
puesto fronterizo, Leandro Almaguer Rivero pudiera estar inmerso en
las actividades cotidianas de preparación táctica, física,
política... pero una vez más la codicia inescrupulosa de
narcotraficantes internacionales ha obligado a activar el sistema
multilineal cubano de enfrentamiento a la droga, para impedir que
bultos de marihuana lanzados al mar desde una embarcación averiada
penetren en la profundidad del territorio.
Apenas
ocurre el hallazgo, nuestros combatientes informan el hecho y
preservan el lugar.
Casi 72 horas han transcurrido desde que se inició la operación:
tres jornadas de fatigosa marcha, día y noche, con el sol a cuestas
o linterna en mano bajo la luna, por bancos de arena donde la bota
se hunde y puja o entre las callosidades del diente de perro, a lo
largo de kilómetros que se tornan leguas interminables...
"Pero vale la pena todo este sacrificio porque, en esencia,
estamos protegiendo a nuestro pueblo del vicio y de la muerte". Así
le oí decir una vez al suboficial Yoicel Martínez Ricardo, quien
luego de concluir su servicio militar decidió continuar ofreciendo
su contribución como guardafrontera.
Pensando precisamente en esa realidad avanza el joven manatiense,
cuando la apariencia difusa de un paquete acapara la atención de
quienes le acompañaban en la búsqueda.
Punto
elevado de observación.
Y, efectivamente, ahí está el indeseable bulto: achatado,
comprimido, más bien redondo en las puntas, forrado en nylon y con
una precinta de color amarillento por encima.
"En estos casos —explica el soldado Leandro— procedemos
rápidamente a preservar intacto el lugar, no manipulamos lo
encontrado, mantenemos la observación, avisamos de inmediato al
puesto y esperamos orientaciones."
No es este el único hallazgo durante las intensas jornadas.
Similares descubrimientos tienen lugar en otros segmentos del
litoral bajo responsabilidad del puesto. Una vez más ha sido
acertado el pronóstico de los especialistas de acuerdo con el
probable cono de deriva.
En impenetrable y mancomunada barrera contra el vicio, este
puesto fronterizo y otro contiguo han logrado detectar y neutralizar
paquetes por un peso total superior a los 100 kilogramos de droga,
además de numerosas envolturas vacías, cuyo contenido es incinerado
junto al sargazo, al recalar también en la costa.
miradas
y manos actúan a tiempo para impedir que la droga entre a territorio
cubano.
EL CHASCO DEL EDUARDOÑO
Pensaron los nueve tripulantes del yate Eduardoño (en este caso
jamaicanos y bahamenses) que abriendo aquellos bultos y dispersando
su mortífero contenido sobre las olas, podrían engañar a las
autoridades cubanas, impedir la obtención de pruebas, eludir
responsabilidades.
La pericia, en cambio, de los especialistas encargados del
enfrentamiento en ese campo, demostró de manera irrefutable la
correspondencia entre aquella droga (atípica, transgénica, de ramas
más fibrosas, conocida como cáñamo indio) y las frustradas
intenciones de quienes lanzaron por la borda su mortífera carga,
destinada a llenar de dólares unos pocos bolsillos, a cambio de
perversión, enfermedad, sufrimiento y muerte entre miles y miles de
víctimas dedicadas al consumo de la marihuana y de otros narcóticos.
Por ello, atacados por mosquitos, jejenes, sol, lluvia, sed,
fatiga y otras adversidades, cientos de jóvenes observan, recorren,
palpan y defienden palmo a palmo las costas cubanas, sobre todo en
aquellos segmentos donde mayores son las posibilidades de que recale
ese veneno empacado, ajeno por completo a la limpia esencia del
proyecto social cubano.
"Hay que estar loco para consumir marihuana, cocaína o cualquier
droga —comenta Sergio Cañete Alcolea, soldado también del puesto
fronterizo— y hay que ser un verdadero criminal para traficar con
ella, sabiendo las consecuencias que trae para el que la consume.
"Esa es una de las muchas cosas que he aprendido durante todo
este tiempo como guardafrontera. Me quedan 72 horas para terminar el
servicio militar; mi familia me está esperando con los brazos
abiertos, cuando llegue a casa mi hijo Cristian César estará
cumpliendo su primer año... y creo que el mejor regalo que puedo
hacerle es educarlo bien, abrirle el camino y guiarlo para que
estudie, se supere y jamás caiga en un vicio como el de la droga,
que destruye a millones de jóvenes en el mundo." |