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Sur del Jíbaro
Nuestro arroz es más barato
Mientras en el mercado mundial la cotización de
la tonelada de arroz puede superar los 500 dólares, los productores
espirituanos la obtienen al costo de unos 300. Venturas y
desventuras en una de las mayores arroceras del país
Juan Antonio
Borrego
LA SIERPE, Sancti Spíritus.— Para cuantificar el consumo de agua
en el Complejo Agroindustrial Sur del Jíbaro, de este municipio,
Genaro García, su director técnico productivo, prefiere apelar a una
original manera de medir: "Esta arrocera, llueva, truene o
relampaguee, todos los años se traga una presa".
Según
cálculos, este año el Complejo debe producir unas 37 000 toneladas
de arroz descascarado entre los sectores estatal y campesino.
Más allá de la metáfora, la sentencia del directivo ilustra las
complejidades de una producción tecnificada y con requerimientos muy
específicos, en cuya factura se incluyen también pesticidas del
primer mundo, diferentes tipos de fertilizantes, sofisticadas
maquinarias y por supuesto mucho petróleo, todo lo cual encarece
notablemente el proceso.
Así lo define el ingeniero Genaro García, quien lleva más de
cuatro décadas constatándolo desde diferentes ocupaciones en el
complejo espirituano, responsable hoy día de buena parte de la
producción nacional del cereal: "Aquí menos el riego de agua y la
cosecha, todo se hace en avión y eso también tiene su precio",
advierte el directivo.
Las
pistas de aviación recibieron recientemente los beneficios de un
remozamiento que las dejó en mejores condiciones para prestar
servicios.
Aun así, Sur del Jíbaro, mayor empresa agropecuaria de la
provincia de Sancti Spíritus y una de las punteras en la producción
nacional de arroz, obtiene la tonelada del alimento al costo de unos
300 dólares, muy por debajo de las ofertas del mercado mundial,
donde en los últimos tiempos las cotizaciones han sobrepasado los
500.
La ecuación ilustra de manera irrefutable la conveniencia de
potenciar el cultivo autóctono del grano, especialmente en predios
como estos, que cuentan con el favor de la naturaleza, la
experiencia de los productores y el beneficio de una infraestructura
desarrollada a lo largo de décadas.
EN LOS ANALES DE EL JIBARO
Cimentado en tiempos de la colonia, reducto peninsular asaltado
dos veces por Máximo Gómez y desde el siglo XIX apéndice
imprescindible de la comarca espirituana, El Jíbaro, sin embargo,
alcanzó verdadera celebridad nacional hacia 1967, cuando bajo la
mirada previsora y la conducción personal de Fidel nació el programa
de desarrollo arrocero que revolucionó la región.
Hasta aquel entonces —recuerdan los viejos agricultores— se
sembraba el grano en Mapos, Vitico, Peralejo, El Cedro¼
, se bombeaba el agua de los propios pozos de la zona y se cultivaba
con una tecnología rudimentaria.
La construcción a inicios de los años setenta de la presa Zaza,
la mayor de Cuba, y casi de manera simultánea la terminación del
Canal Magistral y de las consiguientes conductoras secundarias e
interconexiones, dotaron al sur espirituano del mayor sistema de
riego por gravedad con que cuenta el país hoy día, capaz de abarcar
unas 3 000 caballerías (40 200 ha).
Por aquellos tiempos la familia Ojito Linares recogió sus
bártulos en Bacuino Arriba y como otros miles de lugareños se fue a
vivir a un edificio de La Sierpe, comunidad que de la noche a la
mañana quedó convertida en capital del más joven municipio del país
y principal proveedora de fuerza de trabajo a la arrocera.
Con una envidiable infraestructura en la que se contaban siete
pistas de aviación, igual cantidad de secaderos y cuatro molinos con
capacidad para procesar 20 000 quintales diarios, Sur del Jíbaro
llegó a producir en sus buenos tiempos 70 000 toneladas de arroz
descascarado (1988) y años más tarde (campaña 90-91) implantó record
de 2 952 748 quintales (135 820 toneladas) en cáscara húmedo.
A NUEVOS TIEMPOS, NUEVOS PROBLEMAS
Orlando Linares que por aquel entonces quizás andaba
zambulléndose sin muchos miramientos en los canales de la arrocera,
hoy es máster en Agronomía y director general del CAI, una gran
empresa que atiende cinco Unidades Básicas de Producción Cooperativa
(UBPC), una granja y siete Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS)
y reúne a más de 3 300 trabajadores, incluidos 130 ingenieros y unos
500 técnicos.
"La arrocera viene quitándose el golpe del periodo especial —la
producción llegó a caer hasta las 8 000 toneladas a partir del año
93—, pero la recuperación no es de un día para otro, necesita
tiempo, recursos y estrategias diferentes porque si no nos adaptamos
a las nuevas condiciones no triunfamos", advierte el director.
"Tenemos la responsabilidad de organizar mejor la producción y
las siembras del sector cooperativo y campesino —en virtud del
Decreto Ley 259 en los últimos tiempos han sido entregadas unas 330
caballerías— (4 428 ha) porque servicios especializados como el
riego de agua, la fertilización y las fumigaciones son los mismos
tanto para las áreas estatales, como para las particulares", añade
Linares.
Según cálculos realizados, este año Sur del Jíbaro debe aportar
unas 37 000 toneladas, casi las dos terceras partes en el sector
estatal y el resto en el campesino, que se benefician igualmente del
acopio y el procesamiento del CAI, monto que duplica lo obtenido en
el 2008.
Hemos aumentado la capacidad de recepción en los secaderos hasta
650 toneladas —abunda el director—, montamos un grupo electrógeno en
Tamarindo, coordinamos las interrupciones eléctricas por concepto de
reparaciones de redes e incorporamos más equipos a la
transportación, pero el pico de cosecha de finales de julio y
principios de agosto nos costó arroz porque en ese momento la
industria no pudo con la producción.
A ello habría que añadir la inestabilidad en la entrega de
combustible que, según criterio de los principales directivos, no
pocas veces ha paralizado la cosecha o creado complicaciones en el
proceso productivo, lo cual igualmente repercute en la eficiencia de
la entidad.
SEMBRAR ARROZ MIRANDO LAS NUBES
Buena parte de la infraestructura creada hace 40 años en el Sur
del Jíbaro ha logrado sobrevivir al paso del tiempo y al rigor de la
explotación tecnológica, otra en cambio necesita mantenimiento,
mejoras o hasta alguna inversión para corresponder al crecimiento
productivo, lo cual, en época de crisis económica, no siempre
resulta viable.
Además de gran arrocera, la entidad tiene en su patrimonio más de
50 000 cabezas de ganado mayor y cifras no despreciables de cerdos,
carneros, chivos y conejos, con lo que se convierte en la mayor
productora de carne de la provincia, aporta más de tres millones de
litros de leche, importantes volúmenes de subproductos para la
alimentación animal y obtuvo el pasado año más de seis millones de
pesos de ganancia, tendencia que mantiene en el 2009.
En los últimos tiempos las pistas de aviación han quedado como
nuevas, pero los sistemas de riego piden a gritos su turno, mucho
más cuando el agua no abunda y la tecnología por aniego de por sí
resulta derrochadora.
El complejo ha perdido espacios: por las características del
terreno desde hace muchos años el sistema Majagua-Los Negros se
destinó a caña y luego a cultivos varios y el impacto conjunto de la
salinización y la infertilidad, en buena medida provocadas por
drenajes costeros deficientes, ha cobrado otras 300 caballerías (4
026 ha), que los viejos agricultores sueñan con recuperar.
A pesar de todo ello, de momento el mayor dolor de cabeza lo
constituye la intensa sequía que en medio de la primavera mantiene
en ascuas a la presa Zaza, a Genaro García despachando "con gotero"
el agua para las terrazas y, a todos los arroceros de La Sierpe en
la incómoda posición de sembrar mirando las nubes. |