Nguyen Van Troi

“Déjenme ver por última vez mi tierra querida”

Raquel Marrero Yanes

Como muestra de hermandad de los pueblos de Vietnam y Cuba, son numerosos los parques, fábricas, Comités de Defensa de la Revolución, centros hospitalarios, docentes y deportivos, que llevan en nuestro país el nombre del joven vietnamita Nguyen Van Troi, quien con apenas 24 años se convirtió en héroe inmortal.

Nguyen Van Troi atado al poste de fusilamiento.

Van Troi sufrió los azotes del sistema neocolonial. Vivió en un Vietnam sojuzgado; primero por los franceses y luego por los norteamericanos. Esas fueron las razones por las cuales desde temprana edad ganó conciencia de su deber con la Patria y comenzó su labor en organizaciones clandestinas.

Al conocer que el entonces Secretario de Estado de los Estados Unidos Robert McNamara arribaría en mayo de 1964 a Saigón (entonces capital de Vietnam del Sur), a fin de poner en práctica un conjunto de tareas para la extensión de la guerra de agresión. Van Troi preparó un plan para eliminarlo, consistente en el minado del puente de Cong Ly —en la carretera que conduce al aeropuerto de Tan Son Nhut—, por donde pasaría el cabecilla del Pentágono.

Apresado casi al finalizar su misión, el combatiente vietnamita fue torturado salvajemente y condenado a muerte. Al ser conducido al traspatio de la prisión de Chi Hoa para el fusilamiento, sus verdugos trataron de vendarle los ojos, pero él los rechazó diciéndoles: "No lo necesito. Déjenme ver por última vez mi tierra querida". Acto seguido gritó: "¡Abajo los yankis!", y dio tres vivas a Ho Chi Minh. Eran las 9:59 de la mañana del 15 de octubre de 1964.

 

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