Aunque la violencia es un fenómeno generalizado dentro de la
sociedad norteamericana, particularmente en centros de enseñanza,
una ciudad enseña su oreja peluda en este asunto: Chicago.
La alarma es tal que grupos que abogan por la restricción de
armamentos han pedido a la Casa Blanca "tomar partido" para tratar
de eliminar el mal en las escuelas de esa urbe, donde 47 estudiantes
han perdido la vida a causa de homicidios, en su mayoría con armas
de fuego, desde que Barack Obama —quien fuera allí senador hasta el
2008— asumió la presidencia en enero pasado.
Según el más reciente reporte de uno de esos crímenes, el
atacante usó mordazas de rieles de ferrocarril para ultimar a su
víctima y filmó un video, mientras realizaba tan horrendo hecho.
Cada día nos despierta una dramática noticia. No puede ser de
otra manera, esa sociedad está enferma. El padre Luis Barrios, de
Nueva York sentenció: "dejemos de buscar la fiebre en la sábana
—dijo— y entendamos que se hace necesaria la búsqueda de
alternativas relevantes y reverentes. No sigamos tapando el cielo
con la mano y reconozcamos que estamos de frente a escuelas
violentas porque existe la violencia estructural. Vamos a salirnos
de los paradigmas personales que solo descubren los síntomas de los
problemas. Podemos comenzar con la construcción de más escuelas,
reclutar y entrenar más educadores y a la misma vez la creación de
un currículo académico que promueva la convivencia en la diversidad,
el respeto hacia esas diversidades y los valores de la paz con
justicia". Es cierto.