SANTIAGO
de Chile, septiembre (Tierramérica).— El agua debe ser declarada
"patrimonio común" de la humanidad y deben "retroceder" la minería y
la agroindustria de exportación, dijo a Tierramérica la canadiense
Maude Barlow, quien desde hace 20 años investiga y denuncia la
degradación y privatización de los recursos hídricos.
Barlow es presidenta del Council of Canadians, la mayor
organización ciudadana de su país, y en el 2005 recibió el Right
Livelihood Award, o premio Nobel alternativo. Con 16 libros en su
haber, hoy asesora al hasta ahora presidente de la Asamblea General
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el nicaragüense
Miguel d'Escoto.
Tierramérica conversó con ella en Chile, donde presentó su última
obra: El convenio azul: La crisis global del agua y la batalla
futura por el derecho al agua.
¿Cuál es la situación de los derechos del agua en el mundo?
MAUDE BARLOW: Este es el tema más contencioso en la discusión
mundial sobre el agua: si se va a mantener como un patrimonio de la
humanidad y un bien común o va a convertirse en una mercancía a la
que se puede acceder a través de las reglas del mercado.
Este debate se da porque el mundo se está quedando sin agua.
Vamos hacia un tiempo donde dos tercios de la humanidad no van a
tener acceso al agua.
Hay compañías, inversionistas y algunos gobiernos que han
decidido que el mercado decidirá sobre la disponibilidad de agua.
Esto tiene tres grandes problemas.
El primero es que el agua iría solamente hacia aquellos que
podrían comprarla, no necesariamente a los que la necesitan. El
segundo es que, obviamente, no habría ninguna protección del agua
para la reproducción de la naturaleza. Y el tercero es que se
generaría un desincentivo para proteger las fuentes hídricas, porque
mientras más escasa sea el agua limpia más alto será su precio.
¿Cuál es el grado de privatización del agua hoy?
MB: Es muy pequeño todavía, entre 10 y 15% de los sistemas
mundiales de agua potable y saneamiento. Incluso hay un retroceso
porque muchas municipalidades están recuperando sistemas públicos
después de haberlos privatizado. Nuestro ejemplo favorito es París,
que estuvo casi 100 años bajo un sistema privado y ahora ha
recuperado el agua para la gestión pública.
La otra forma de privatización es a través del embotellado. Esa
es una gran batalla en muchas comunidades del mundo.
La última tendencia es la privatización a través de derechos: el
agua es considerada un derecho de propiedad privada, vendida y
comprada incluso por intermediarios (que cobran comisiones en el
proceso de comercialización).
También se están estableciendo bancos de agua. El principal
problema es que se han generado más cantidad de derechos que el agua
que físicamente existe. Pero, por suerte, hay muy pocos países que
han probado este sistema.
Chile es uno de ellos y es el más extremista. Otros países que
están apenas empezando son España, Australia, y en parte Estados
Unidos y Canadá.
Otro de los últimos extremos en esta tendencia de mercado es que
países ricos que no tienen mucha agua, como Japón, Arabia Saudita y
algunos europeos, están comprando tierras en naciones pobres
solamente para acceder a sus recursos hídricos. Empezaron en África
y ahora se están moviendo hacia América Latina.
¿Cómo ve a América Latina en materia hídrica?
MB: Probablemente tiene la mayor disponibilidad mundial de
agua por persona, porque posee muchos recursos hídricos. Pero en la
práctica tiene una de las menores disponibilidades. Y hay tres
razones para ello: la contaminación masiva de aguas superficiales y
también de algunas subterráneas, la inequidad en el acceso y la
privatización.
Como asesora del presidente de la Asamblea General de la ONU,
¿qué regulación mundial propuso?
MB: Que la Asamblea General adopte un programa y una
resolución que reconozcan la crisis mundial del agua. El plan
debería basarse en tres principios.
El primero es la protección de las fuentes de agua dulce y su
restauración en todos los países. El segundo es que el agua tiene
que ser considerada como un patrimonio común. Debe asegurarse que
todas las personas tengan acceso equitativo a ella. Esto implica
priorizar su uso para la producción alimentaria local, lejos del
monocultivo para exportación.
Y el tercer principio es establecer su acceso como derecho
humano. Sería un error que cualquiera pudiera apropiarse del agua,
cuando hay mucha gente muriendo por su falta.
Nosotros reclamamos que los países cambien sus constituciones,
como Uruguay lo hizo hace tres años, para adoptar esta concepción
que da al Estado la responsabilidad de mantener el agua limpia y
asegurar su acceso.
¿Qué propone para actividades industriales intensivas en uso de
agua, como la minería?
MB: La minería tiene que retroceder. Las compañías mineras no
pueden seguir contaminando el agua. Hay compañías mineras que
prácticamente están gobernando algunos países. Y eso tiene que
cambiar porque los gobiernos son para el pueblo y el pueblo debe
formular las políticas.
El uso comercial del agua, incluida la minería, está después de
las prioridades anteriores. Se debe solicitar un permiso y pagar por
él, y si se destruyen las fuentes o se contamina el agua, los
permisos deberían ser cancelados.
Hay dos sectores que van a sufrir: las mineras (con mucha
infelicidad tengo que decir que gran parte de las compañías mineras
en Chile son canadienses) y la gran agroindustria de exportación.
¿Qué importancia le da a la movilización ciudadana?
MB: La movilización lo es todo. Los cambios vienen desde la
base. Yo he visto a la gente más pobre del mundo ponerse de pie para
luchar por el agua, y es porque sin agua morimos. Recuerdo a un
anciano en Cochabamba, Bolivia, que estaba en un enfrentamiento y yo
le pregunté por qué peleaba. Me contestó que prefería morir de una
bala a que sus hijos murieran por agua sucia.
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Un problema muy agudo en
zonas de África
En
África las mujeres son las responsables de transportar sobre
sus cabezas y espaldas el 90% del agua que consume la
población.
Millones de mujeres y niñas emplean cinco
horas al día en ir a buscar el agua, pues es uno de los
roles asignados a la mujer en África. Y lo hacen aunque el
agua sea insalubre y en el camino se enfrenten al acecho de
las hienas, o la inseguridad (violaciones, asesinatos,
secuestros) que reina en extensas zonas del África más seca.
Etiopía es el país con peor acceso a agua
potable del mundo, puesto que solo dispone de este bien un
24% de la población. La desertificación creciente y las
sequías recurrentes en varias regiones del país agravan aún
más el problema.
En algunas aldeas de Etiopía existe incluso
la figura del "mendigo de agua", que va de casa en casa
mendigando agua. La falta de acceso al agua limita las
oportunidades educativas de las niñas e inhabilita a las
mujeres para su incorporación al tejido productivo de las
comunidades.
En el distrito de Samre (Etiopía), el
consumo de agua por persona y día es de poco más de 5
litros. En los países ricos, de 250 litros. La cantidad de
agua que gasta una persona para vaciar la cisterna de un
servicio sanitario es la misma que disponen en Samre para
lavar, beber y cocinar durante todo un día. |