Almeida es Revolución

Oscar Sánchez Serra
oscar.ss@granma.cip.cu

Foto: Jorge Luis GonzálezCuba entera rinde tributo a un hombre que como pocos ha hecho realidad la sentencia martiana de que la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida. Por eso jamás podríamos decirle adiós al Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, pues no se le dice adiós a un ejemplo, sino que se le sigue, siempre a su lado con esa fe imperecedera y renovada en el triunfo, que lo distingue como combatiente revolucionario.

Cuando los cubanos pasamos hoy frente a él, era imposible que el dolor no nos apretara el pecho, pero su invicta humanidad nos convocaba a no rendirnos.

Almeida, como lo llama cualquier cubano, nunca se rindió. Ni en el Moncada, ni en la prisión, tampoco en los difíciles días del Granma, ni en El Uvero, cuando herido, y fiel a sus convicciones, no abandonó la posición principal de aquel combate, que marcó la mayoría de edad del Ejército Rebelde; no cejó hasta cumplir con el cerco de Santiago de Cuba en los últimos días de diciembre para encender el alba victoriosa de enero de 1959; no claudicó ni un segundo en las complejas e importantes misiones que dirigió y en las cuales también ha triunfado en estos 50 años de Revolución.

Todos lo conocemos, porque como todos los Jefes de una Revolución como la nuestra, de los humildes, con los humildes y para los humildes, jamás se ha separado de su pueblo, de los suyos. Por eso le vimos en el Aniversario 50 del III Frente con el pecho hinchado rendir homenaje a sus compañeros de lucha. Su voz tomada ese día de marzo del 2008 mostraba cuánta humanidad y fidelidad hay en el invicto Comandante de la Revolución.

Solo hoy, que no nos reclamará por la evocación podemos escribir y decir de Almeida. Su gigantesca modestia lo hubiera impedido. Pidámosle entonces permiso, Comandante, para mostrar la cualidad de un verdadero revolucionario, al recordar su enérgico, cariñoso y aleccionador reclamo a nuestro periódico, cuando al querer resaltarlo, sacamos su imagen de una foto en la que se encontraba junto a varios guerrilleros. Fue enfático al reprocharnos cómo lo íbamos a separar de aquellos que eran sus hermanos.

Dijo Almeida que "Fidel nos hizo dignos a todos" y él es expresión mayúscula de esa dignidad y sencillez. Guardo el grato recuerdo de haber compartido mis estudios de secundaria, en la Escuela Batalla de Jigüe, en San Antonio de los Baños, con su hija Belinda, que no se nos presentó con tan orgullosa credencial¼ allí estaba presente esa grandeza de la Revolución. Ella, hija del Comandante, y yo, hijo de obreros, compartiendo la misma aula, el mismo almuerzo, trabajando juntos en el campo. Y al pasar los años, ella escribiendo una de las páginas más bellas de la Revolución, como médico internacionalista en Honduras, y yo, en este otro bastión revolucionario que es el periódico Granma. Por eso luchó su papá, por eso no se ha rendido nunca.

Comandante, su corazón no se ha detenido, continúa latiendo porque los cubanos laten y latirán con su ejemplo. Jamás le hablaremos en pasado, porque el motor siempre creador de su Revolución y su pueblo, no lo dejarán morir.

Esa es la razón por la que cada cubano, tras cumplir las inagotables filas para rendirle tributo en toda Cuba, nos detuvimos ante usted con contenida emoción y creo que todos pensamos que por empinadas que sean las lomas, por difíciles que sean las circunstancias, por poderoso que sea el enemigo, sabremos exclamar junto a usted ¡Aquí no se rinde nadie, c¼ !

 

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