A pesar de convivir con una enfermedad llamada Focomelia, que lo
privó desde su nacimiento de las extremidades más importantes,
entiéndase las manos y los pies, Addiel es un niño feliz. Había que
verlo este primer día de clases mientras jugaba y se divertía junto
a sus amiguitos y maestros de la escuela La Plata.
Allí es un niño más. Nada de sobreprotección, porque el primero
en no admitirlo es él. Juega a los escondidos, baila y realiza cada
una de las actividades planificadas por el centro, asegura María
Luisa Delgado, la directora.
Muy temprano en la mañana la madre lo trasladó en su silla desde
la CPA Ovidio Rivero, lugar ubicado en las afueras de Santa Clara,
hasta el plantel. "Quise llegar temprano para hacer cuentos con mis
amiguitos sobre las vacaciones y divertirme un rato antes de empezar
las clases", confesó el chico.
Cuenta Leidys Chaviano, la profesora de Educación Física, que no
hay quien lo deje fuera de las pruebas de la asignatura, en una
muestra de la gran voluntad que lo caracteriza. Hace planchas,
abdominales y hasta salta; claro, con la ayuda nuestra.
"Sueño con ser campeón paralímpico, y si es en fútbol mejor".
Para demostrarlo, Addiel toma la pelota y la mueve en su silla a una
velocidad asombrosa.
A pesar de ser un niño muy intranquilo y vivaracho, a la hora de
realizar las tareas docentes resulta de los más aplicados, expresa
Yunior, el joven maestro de quinto grado, quien nos enseña la
libreta del niño la que para sorpresa nuestra, evidencia una
caligrafía impecable.
Ante el rostro de incredulidad mostrado por la visita, toma el
lápiz entre los dos moñones y escribe una frase que le brota del
corazón: Gracias Fidel.
Como Addiel, suman cientos los niños villaclareños con
determinada discapacidad a los cuales no les está vedada la
educación, incluso, muchos de ellos reciben las clases en sus
propias viviendas, impartidas por maestros ambulatorios, otro
ejemplo demostrativo de que la Revolución no abandona a ninguno de
sus hijos.