De la prensa extranjera

Un intento desesperado de infundir confianza

NICK BEAMS

Fareed Zakaria, editor de Newsweek International, ha escrito un ensayo titulado El manifiesto capitalista: La codicia es buena (hasta cierto punto), que se propone expresar alivio porque el pánico generado por la crisis financiera global se esté aflojando e infundir confianza en que, a pesar de todos sus defectos, el capitalismo es todavía "la máquina económica más productiva que hayamos inventado hasta la fecha".

La presencia de tropas intervencionistas norteamericanas contribuye a hacer del mundo un lugar cada vez más violento.

El problema con esta afirmación es que, de nuevo, lejos de que haya terminado la crisis, esta solo empieza a desarrollarse.

Zakaria comienza por reconfortarse con el hecho de que todas las crisis financieras de los últimos 20 años han sido superadas, llevando a más crecimiento económico.

Como señala Zakaria, el presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan siempre presentó la misma solución: reducción de los tipos de interés y suministro de dinero fácil, creando una serie de activos de burbujas. Cuando la crisis de las hipotecas de alto riesgo se desarrolló en el 2007, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, siguió el mismo procedimiento. Sin embargo, en esta ocasión, las reducciones de las tasas de interés no aliviaron la crisis. La Reserva Federal inició sus inyecciones de liquidez en agosto del 2007, pero la situación sólo empeoró. El banco de inversiones Bear Stearns quebró en marzo del 2008, seguido por el colapso de Lehman Brothers en septiembre y, para fines del 2008, a pesar de masivas inyecciones de liquidez, los cinco bancos de inversión de Wall Street habían colapsado o se habían visto obligados a reestructurar. El sistema financiero global estaba al borde de la catástrofe.

Esto demuestra por sí solo que, lejos del feliz escenario pintado por Zakaria —esta crisis es como las otras desde 1987— el colapso que comenzó en el 2007 marcó un giro cualitativo en un proceso continuo.

Zakaria se ve obligado a reconocer que el sistema financiero global ha estado "sufriendo crashes con más frecuencia durante los últimos 30 años que en ningún periodo comparable de la historia." Pero insiste en que el problema no tiene que ver con el sistema de beneficios en sí. "Lo que estamos experimentando no es una crisis del capitalismo. Es una crisis de las finanzas, de la democracia, de la globalización y en última instancia de la ética."

El desarrollo del capitalismo estadounidense en las últimas décadas se ha basado en los vastos cambios asociados con los procesos de financiación.

En primer lugar, la separación del capitalismo de cada uno de estos fenómenos es absurda —como si el modo capitalista de producción pudiera ser de alguna manera extraído de la situación histórica en la cual está situado; como si no conformara el entorno socio-político en el que opera, incluida la ética imperante.

La separación de las finanzas (el lado malo) del resto de la economía capitalista (el lado bueno) tiene una larga historia. Fue señalada por Marx en su desdeñosa crítica a Proudhon, el pequeño burgués anarquista francés, hace más de 150 años. Como Marx explicara entonces, el lado "malo" no puede ser separado del "bueno", especialmente ya que resulta que en la mayoría de las veces, el lado "malo" es la fuerza impulsora del desarrollo histórico. Y es el caso en la situación actual. El desarrollo del capitalismo estadounidense —y de la economía global— se ha basado en los vastos cambios asociados con los procesos de financiación que comenzaron en los años ochenta.

El alza renovada de la financiación no fue sólo una decisión política, sino una reacción a una crisis en el proceso de acumulación capitalista que se había desarrollado a fines de los años sesenta y en la década de los setenta. Ante una caída en la tasa de beneficio, el capitalismo estadounidense emprendió a partir de los años setenta un importante programa de reestructuración. Involucró la destrucción de amplios sectores de la industria manufacturera, un ataque concertado contra la posición social de la clase trabajadora, el desarrollo de la subcontratación en el extranjero y el uso de contratistas para aprovechar fuentes más baratas de mano de obra, y un giro hacia la manipulación financiera, como adquisiciones hostiles y fusiones, como fuente de beneficios.

La transformación de la economía estadounidense en los años ochenta presenció la emergencia de un nuevo modo de acumulación, en el que los beneficios se hicieron mediante la apropiación, a través de métodos financieros, de riqueza ya creada. Históricamente, la riqueza había sido acumulada en la economía de EE.UU. mediante la inversión, el comercio y la manufactura. Ahora la fuerza impulsora de la acumulación fue el aumento de los precios de los activos. Esto ha determinado la forma de la economía de EE.UU., y la acumulación de beneficios por todos los sectores del capital —incluso aquellos que no estaban directamente conectados con las finanzas.

No importa cuán sana o bien dirigida sea una firma capitalista, la acumulación de beneficio es un proceso social. Cada firma depende para su expansión del crecimiento de la economía en su conjunto. Y en EE.UU., el capital financiero ha sido la fuerza conductora. Todo intento de separar el lado "malo" del "bueno" colapsa incluso bajo un estudio superficial.

El gobierno de EE.UU. ya ha comprometido 12,7 billones de dólares en apoyo del sistema financiero, casi el equivalente al producto interno bruto de ese país. Desde que la crisis financiera se intensificó en septiembre del 2008, los gobiernos en todo el mundo han comprometido 18 billones de dólares en fondos públicos, el equivalente de un 30% del PIB del mundo, para recapitalizar a los bancos. Esto ha llevado a un reventón en su posición fiscal.

En Gran Bretaña, se espera que la deuda del gobierno llegue pronto a un 100% del PIB, mientras que la deuda del gobierno de Japón se orienta hacia un 200% para el 2011 y se espera que la deuda gubernamental en EE.UU. llegue al 100% del PIB al mismo tiempo. Según economistas del FMI, para el 2014 las ratios de la deuda pública al PIB de las economías del G-20, que incluyen cerca de un 85% de la economía global, habrán aumentado en 36 puntos porcentuales del PIB en comparación con los niveles a fines del 2007.

El financiamiento gubernamental, sin embargo, no puede continuar indefinidamente. Las deudas contraídas por el Estado para financiar los bancos serán pagadas mediante el recorte de los gastos gubernamentales y los servicios sociales y forzosamente empobrecerán a la clase trabajadora. La escala de este ataque contra las condiciones sociales y los niveles de vida será directamente proporcional al tamaño de las sumas de dinero involucradas.

Zakaria se esfuerza en extremo en su intento de afirmar que el capitalismo no es la causa de la crisis. El verdadero problema, insiste, no es su fracaso, sino demasiado éxito. El mundo se ha estado moviendo hacia "un extraordinario grado de estabilidad política"; no hay una importante competencia militar entre las grandes potencias; la violencia política disminuye. Considerando las guerras que son libradas por EE.UU. en Iraq, Pakistán y Afganistán, una afirmación semejante sólo puede ser descrita como absurda.

Lenin señaló una vez que el poder del marxismo es que es verdad. A veces, incluso conscientes oponentes al marxismo se ven obligados, por la lógica misma de los hechos objetivos, a referirse a procesos que forman el centro del análisis marxista. Estamos ante un caso semejante.

Al final, Zakaria concluye que una "crisis moral" podría "hallarse en el centro de nuestros problemas." La mayor parte de lo que sucedió durante la última década fue legal, pero "muy poca gente actuó con responsabilidad." Sin embargo, continúa, algo semejante no sucedió porque "repentinamente los empresarios se hayan hecho más inmorales. Forma parte de la apertura y de la creciente competitividad del mundo de los negocios."

Zakaria prefiere no entrar en detalles al respecto, porque al hacerlo dejaría demasiado claro que esa "crisis moral" es en sí una expresión de la crisis de la economía capitalista.

Las fuerzas productivas de la economía global creadas por el trabajo intelectual y físico combinado de la clase trabajadora del mundo, se han desarrollado en una escala inmensa. Pero ya no pueden ser dejadas en manos de una elite gobernante que ha perdido el derecho histórico, político y moral de permanecer al volante.

(Fragmentos de un ensayo publicado en el periódico digital Rebelión)

 

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