Entre el escepticismo y la esperanza

Ariel B. Coya

Ya tenemos al equipo de boxeo concentrado en París. Allí ultimará de seguro los pocos detalles que le restan en su preparación y después volará a Milán para competir en el Campeonato Mundial que dará inicio el primero de septiembre. En la urbe italiana, nuestros 11 púgiles intentarán restaurar la primacía de la Isla, tras ausentarse en Chicago’07. Una meta harto difícil, toda vez que ninguno de ellos ha contendido todavía en un certamen de ese tipo.

Foto: Ricardo López HeviaErislandi Savón, una de las jóvenes figuras que presentará Cuba en el Mundial.

No en vano así quedó conformada la escuadra, tras conocerse este miércoles la lesión en la columna de Emilio Correa (75 kg). Para muchos, el más contrastado de todos nuestros boxeadores, para otros, cuando menos el único con experiencia en un certamen del orbe, con el bronce que obtuvo en Mianyang’05. Por ello no es raro que algunos aficionados se vean invadidos por las dudas a la hora de opinar sobre el posible desempeño de la Mayor de las Antillas en la cita planetaria.

En cualquier caso, no es menos cierto que su ausencia pondrá a prueba una vez más la capacidad del boxeo cubano para reemplazar a figuras consolidadas en planos estelares por talentos descollantes como Rey Eduardo Recio. A los 18 años, el muchacho promete, parece aguerrido, exhibe una trayectoria de lujo como juvenil y en la mirada posee el fuego de quien aspira a todo.

Queda por comprobar entonces si está listo para ganar aquellas peleas que exigen un plus de esfuerzo ante rivales enconados, esas que en definitiva disparan el prestigio y otorgan medallas. Prácticamente lo mismo podría decirse de José Larduet (81) y Erislandi Savón (+91), también monarcas del orbe juvenil.

En tal sentido, nos lo comentaba un viejo conocedor de la materia, los púgiles cubanos atesoran una impronta especial, que en situaciones insospechadas les permite manejarse mejor que nadie, máxime cuando todos coinciden en elogiar la preparación que han acometido de cara a la justa milanesa.

Eso sí, tan nocivo resulta alimentar el escepticismo que provoca la juventud de la escuadra caribeña como el excesivo optimismo al que invita su palmarés en el último Panamericano (7-1-1). Como escribía en algún sitio ese venerable del periodismo deportivo que es Elio Menéndez: Puede que tan halagüeños resultados conviden al entusiasmo, pero una cosa es dominar un certamen hemisférico carente de figuras y otra un Mundial plagado de ellas. Máxime cuando, según el entrenador Pedro Roque, el de Italia será un torneo muy fuerte, con récord de asistencia y un altísimo nivel, toda vez que este año han sido menos los boxeadores de las escuadras rivales que han abrazado el profesionalismo tras los Juegos de Beijing.

No hay que olvidar tampoco que en la capital china, la Isla ubicó a ocho hombres entre los semifinalistas, pero solo cuatro accedieron a la discusión del título y ninguno pudo conquistarlo, interrumpiéndose así la estela dorada que se había tejido desde Munich’72. De modo, que sin descartar la sorpresa, la prudencia aconseja no anticipar resultados.

Al fin y al cabo, los pronósticos y el ring son dos mundos diferentes. Allí más que el favoritismo de los vaticinios se imponen la calidad, el temple y la suerte. La que depare el veleidoso sorteo y la que añadan los jueces con sus decisiones en los combates apretados. El resto ya quedará para la anécdota.

 

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