No
bastan las buenas intenciones
Leticia Martínez Hernández
Pensé que había llegado al agro del barrio, pero no, estaba en el
mismísimo Coppelia, el de 23 y L, el más famoso de Cuba, ese que
muchos soñamos visitar de niños cuando planeábamos nuestras
vacaciones. Por aquellos años no faltaban en la lista el Jardín
Botánico, el Zoológico, el Parque Lenin, Expocuba¼
y el Coppelia.
Ahora de grande no voy mucho. Sin embargo cuando supe que habían
extendido su horario hasta las 12 de la noche a causa del verano, la
curiosidad pudo más que las ganas de tomar helado. Y varios de estos
días, siempre después de las 10, lo comprobamos: ¡Coppelia extendió
su horario, solo que también agregó el maltrato!
La medida es muy loable, más cuando en estos días las noches se
alargan con tantas opciones de verano y el sudor no deja de correr.
Tomar un helado pudiera parecer la mejor forma de acabar la jornada,
pero la felicidad nunca es completa. En el resto del día las cosas
fluyen; amén de las largas colas, la lista de sabores supera los
cinco y la afluencia de público resulta enorme. En cambio en la
noche, cuando comienza el horario extendido, otro gallo canta.
La
bandeja dejada por el dependiente en nuestra mesa fue la mejor
compañía de la noche.
A esa hora comienza la odisea de dónde sentarse, cuál mesa está
menos sucia, cómo no resbalar por el agua vertida en el piso, qué
dependiente nos toca, cómo librar la sed¼
muchas preguntas pero la más importante, la de cuál sabor preferir,
no estaba incluida: la tablilla llena de opciones no es para quienes
decidieron disfrutar del nuevo extendido.
"Les toca ensalada de vainilla y me deben diez pesos", dijo el
dependiente que no sé por qué razón no hizo la nota y echó el dinero
en su bolsillo para luego traer unas "pálidas" bolas de helado,
ausentes por completo de galletas o bizcochos.
Entonces de qué valen las buenas intenciones si en la práctica no
funcionan, para qué comprometernos en ofrecer un servicio si no
contamos con todos los recursos para hacerlo¼
No se trata de abrir más y más opciones sino de mejorar las que
tenemos, y estudiar a fondo las iniciativas.
El tema no es solo ampliar el horario, detrás debe haber un
respaldo de productos y una mejor organización del trabajo para que
los dependientes, no extenuados por tantas horas de labor, reciban
al cliente con una sonrisa y no con la mueca de quien hace un favor
y quiere salir rápido del trance. El maltrato hay que desterrarlo
¿cómo?, extendiendo nuestras virtudes y no los defectos. |