A las 11 en punto se me indicó que pasara a la oficina del
Presidente del INRA, y al hacerlo, encontré al Comandante en Jefe,
que estaba sentado en un butacón separado de su escritorio, y se
adelantó a saludarme. A continuación me preguntó cómo marchaba el
trabajo en la Dirección del 26 en La Habana, a lo que respondí de
forma breve, pues no conocía cuál pudiera ser el aspecto de su
interés. Entonces se produjo una pregunta, para mí inesperada:
-Vila ¿tú quieres al 26 de Julio?
A pesar de lo sorpresivo de aquella pregunta, no tuve que esperar
mucho para responderla:
-Fidel, tú (1) sabes cuánto nosotros te queremos, cuánto
admiramos tu historia y la del 26 de Julio, que surgido de ella, nos
permitió, por primera vez, luchar por los ideales martianos que nos
inculcaron nuestros maestros en la escuela pública. A ti, y al
Movimiento 26 de Julio, les debemos la oportunidad de haber cumplido
con nuestro deber para con la Patria.
-Bueno, si es así, te voy a explicar algo: la Revolución no cabe
ya en el glorioso uniforme del 26 de Julio: le queda estrecho. Si la
dejamos allí, como inexorablemente la Revolución tiene que crecer,
lo romperá, y por lo que yo ya conocía de ti, y me acabas de
reiterar, ni tú, ni yo, deseamos que eso ocurra, pues lo queremos y
aspiramos a que el uniforme que le dio origen, se guarde en una
urna, lleno de gloria, para que las venideras generaciones le rindan
honor y veneración a él y a los que lo vistieron y con él lucharon,
y ofrendaron sus vidas generosamente por los más puros ideales de
nuestros próceres, y de nuestro pueblo.
Aquellas palabras de Fidel me llenaban de emoción. Mientras me
hablaba, lo contemplaba: mostraba un rostro solemne, como de un
profeta, y conversaba rápidamente, como si sus ideas, sus
pensamientos, no encontraran cauce suficiente para su expresión. En
ese estado de éxtasis en que me encontraba, solo se me ocurrió
preguntar:
-Bueno, Fidel, ¿qué tenemos que hacer?
-Bien, respondió. -Tenemos que crear un Órgano Político que sea
capaz de reunir, en él, a todas las organizaciones revolucionarias,
a todos los que deseen luchar por la Revolución, y, sin exclusión
alguna, darles oportunidad de luchar a todos, unidos a nosotros, por
el futuro de nuestro pueblo y de su Revolución.
-¿Y entonces el 26¼ ?
Sin dejarme acabar, respondió:
-El 26, queda en la historia, en el sitial de honor donde le
rendirán tributo las próximas generaciones.
-¿Y nosotros? Me atreví a preguntar.
-Ustedes pasarán a trabajar en diferentes funciones de gobierno,
de acuerdo con las posibilidades de cada cual. ¿No conocías nada
sobre esto?
-Bueno -respondí- Marcelo (2) me había dicho algo. Me había
informado que tú habías hablado con él sobre este asunto, y que ya
él había decidido ir a trabajar en Relaciones Exteriores, que si yo
lo deseaba, podía ir a trabajar con él en ese Ministerio.
-¿Y tú qué harías allá?, me preguntó.
-Marcelo me dijo que podría desempeñar la Dirección de América
Latina, respondí con cierto tono dubitativo.
-¿La Dirección de América Latina?, repitió Fidel, y acariciando
su barba con la mano derecha, gesto característico en él, exclamó:
¡Se acabaron las relaciones con América Latina!
Era evidente que ya el Comandante en Jefe tenía noticias sobre mi
carácter, catalogado por algunos como "difícil".
-¿Por qué dices eso, Fidel? Pregunté con expresión de "sorpresa".
-No, por nada -me respondió-. Es solo una broma. Lo que me llama
la atención, y no creo que esté bien, es que todos ustedes se estén
ubicando cerca de Faustino, Marcelo, Oltusky, y de otros
funcionarios procedentes de la lucha en el llano, como si los demás
no los quisiéramos. Algunos, por ejemplo, pudieran venir a trabajar
conmigo.
-Fidel yo voy a trabajar donde tú me digas
-Bueno, yo te iba a proponer algo, pero te veo así¼
de cuello y corbata. Tú eres un universitario, tal vez no quieras¼
No lo dejé terminar:
-Fidel, yo me visto así porque me lo exige mi cargo de
Coordinador Provincial del Movimiento. Los compañeros de la
Dirección del Movimiento me llevaron a "El Encanto" (3) y me
pusieron todo esto encima. Yo soy mecánico tornero, y antes del
triunfo de la Revolución trabajaba para pagar mis estudios, por lo
que lo habitual en mi, era andar siempre con un pantalón de mecánico
todo lleno de grasa, y una camisa de trabajo.
-Bien –respondió- Entonces te voy a proponer que vengas a
trabajar conmigo en el INRA (4)
-Muy bien ¿Cuándo debo comenzar? Pregunté entusiasmado.
-¿Conoces la Ciénaga de Zapata? Me preguntó.
-Bueno, sólo por los estudios de Geografía. Nunca he estado allí.
Me invitó entonces a pasar a un salón contiguo donde se
encontraba, extendido y fijado a la pared, un gran mapa de la
Península de Zapata. Se dirigió hacia el mapa y señalando con su
bolígrafo, me explicó:
-Esta es la Península de Zapata. En su centro, a lo largo de un
vasto territorio se encuentra el pantano que constituye la ciénaga.
En una de las visitas que he realizado a esta zona, encontré a un
campesino, que luego supe que era empleado de un latifundista
llamado Escajedo, encaramado en un buldócer haciendo una zanja
profunda, con la que, según me informó, iba produciendo el drenaje
de esas tierras que, poco a poco, iba arrebatando al pantano e
incorporando a las colonias del latifundista. Esto me ha hecho
pensar mucho sobre el futuro de estos parajes, y, fundamentalmente,
sobre el porvenir de los humildes leñadores y carboneros que,
durante muchos años, han vivido en el pantano, excluidos y
explotados salvajemente por los terratenientes que se han apropiado,
ilegalmente, de las tierras de esa Península.
-Con la finalidad de incorporar este vasto territorio al
desarrollo del país y a su actividad económica, hemos indagado y se
nos han propuesto dos proyectos:
-Uno consiste en aprovechar la gran reserva energética que
constituye la enorme extensión de suelo de turba, combustible de
alto contenido energético, con el cual podría ponerse a funcionar
una termoeléctrica que daría electricidad, por más de veinte años, a
una parte importante de la zona central del país.
-El otro proyecto, es el de construir "pólders", es decir,
hacer diques y canales, como se ha hecho en Holanda, a fin de
desecar y recuperar la tierra, para luego dedicarla a la agricultura
de alto nivel.
-La primera variante de proyecto, el de utilizar la turba para
alimentar una gran termoeléctrica, aunque resolvería una limitante
que tenemos para el desarrollo de la zona central del país por la
falta de energía eléctrica, ¿qué le dejaría a estos humildes y
explotados pobladores de la ciénaga, como no fuera el hueco
resultante de la extracción y combustión de los suelos donde,
durante años, han estado tratando de obtener algún producto para
vivir?
-El proyecto de construir los "pólders", es decir, el de
la desecación de la Ciénaga, aunque costoso, y de no inmediatos
resultados económicos, es, en definitiva, por el cual nos hemos
decidido, pues es el que ayudaría a resolver la terrible situación
social que han vivido, durante muchos años, los humildes y
explotados pobladores de la Ciénaga. No importa que en lugar de
darnos resultados económicos de inmediato, por el contrario,
tengamos que hacer cuantiosas inversiones y trabajar durante años en
este proyecto. Pero con él lograremos, al final, cambiar las
condiciones de vida, y de trabajo de estos leñadores y carboneros,
al incorporarlos a una actividad económica superior, más humana y
gratificante, para ellos y para sus humildes familias....
Observaba a Fidel, mientras, con gran vehemencia me explicaba sus
planes para redimir a aquellos humildes hombres del pantano. Veía
cómo, a pesar de la difícil situación económica que tenía el país,
Fidel le daba prioridad al proyecto que conduciría a la solución de
la terrible situación social de los pobladores de la ciénaga y
comprendí entonces qué cosa era la Revolución, y cuán extraordinario
era aquel hombre que tenía frente a mi, ofertándome la posibilidad
de incorporarme, junto a él, al humano proyecto de liberación de los
carboneros del pantano.
-Fidel -exclamé entusiasmado-¿Cuándo salimos para allá?
Y así terminó aquella inolvidable entrevista. Yo salía convencido
de que había encontrado el sentido por el que, sin conocerlo bien,
habíamos luchado, y que ante mi tenía al verdadero dirigente, al
hombre predestinado a volver realidades los sueños de nuestros
mambises; de los revolucionarios que lucharon contra el sometimiento
de la pseudo-república; de los Jóvenes de la Generación del
Centenario; los sueños de un pueblo finalmente libre y deseoso de
emprender la construcción de una sociedad justa.
Dieciocho meses después de aquella premonitoria e inolvidable
conversación sostenida con Fidel, cuando, junto a una veintena de
carboneros de la ciénaga, me encontraba a las 2:30 de la madrugada
del día 17 de abril de 1961 en las afueras del poblado de cayo
Ramona, (5), tratando de interrumpir la carretera hacia Girón por
donde ya se alistaban a transitar las patrullas avanzadas de los
mercenarios que invadían nuestra Patria, veía a aquellos humildes
hombres, armados de escopetas, machetes y palas, afanosamente
empeñados en impedir que les arrebataran lo que, con tanto amor, la
Revolución les había entregado, y entonces vino a mi mente aquella
entrevista tenida con Fidel, donde me anunciaba su decisión de
luchar por la redención de aquellos humildes hijos de nuestra Patria
que, ahora, ofrendaban sus vidas por su Revolución, por Fidel y por
el Socialismo.