Nunca es tarde si la ayuda es buena

Freddy Pérez Cabrera

SANTA CLARA.— Una de las tareas más urgentes que tiene ante sí la agricultura villaclareña es organizar la entrega masiva de tierra a través del Decreto-Ley 259, garantizando que las estructuras estatales y privadas no abandonen a su suerte a ese nuevo productor que llega a la finca con muchos deseos de trabajar, aunque no siempre tiene recursos y conocimientos para emprender la tarea.

Baracoa, es uno de los 591 productores que han recibido tierra en Santa Clara. 

Por ello la ANAP, el INIVIT (Instituto Nacional de Investigaciones de Viandas Tropicales) y la Delegación Provincial de la Agricultura han unido esfuerzos para capacitar y ayudar con semillas de calidad a quienes se inician en estas labores, en una práctica iniciada por Santa Clara y que se irá extendiendo a todos los municipios del territorio.

Uno de los productores que más agradece esa ayuda es José Ignacio Rodríguez, un hombre que, a sus 71 años, reconoce que nunca es tarde para empezar en el oficio de cultivar la tierra.

Baracoa en Santa Clara

Procedente de la Ciudad Primada de Cuba llegó un día a Santa Clara, José Ignacio Rodríguez, quien acudía al llamado realizado por la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas para formarse como Ingeniero Agrónomo. Desde entonces José Ignacio perdió nombres y apellidos para comenzar a llamarse Baracoa.

Luego de una vida profesional intensa llegó el retiro y, a pesar de sobrepasar las siete décadas de vida, el eminente profesor dice que aún no ha dado su última clase. En diciembre del pasado año recibió 4,9 hectáreas de tierra, el 70 % de las cuales estaban infestadas de marabú.

"El trabajo resultó muy arduo, tuve que valerme de todos los medios posibles para limpiar el área; machete, hacha, candela, bueyes y, hasta un buldózer tuve que contratar porque era demasiado el desgaste que sufríamos", asegura José.

El esfuerzo no ha sido en vano. Utilizando sus valiosos conocimientos de agronomía, en especial la agroecología, las 4,9 hectáreas de tierra se han multiplicado por dos, a partir de un correcto intercalamiento y rotación de los sembrados.

Allí puede observarse cómo se mezclan los 15 cultivos que tiene José en la finca, entre los que se cuentan el melón de castilla y de agua, plátano, calabaza, papaya, maíz, habichuela, ñame, guayaba, boniato, pepino, malanga, yuca, girasol y sorgo, todos en perfecto estado.

Aplicar variadas técnicas de conservación y manejo de los suelos, como las cortinas rompevientos y las barreras antierosivas, además de utilizar abonos orgánicos y trampas para combatir insectos como el Tetuán del boniato, constituyen algunas de las vías empleadas por Baracoa para triunfar en su nueva empresa.

El uso de los bueyes resulta insuperable, según cuenta el agricultor. Ellos no necesitan combustible y hacen mejor trabajo, solo se necesita tener dos yuntas, una ara por la mañana y la otra en la tarde. Entre ellas, yo y alguien que dé una ayudita, podemos garantizar altos rendimientos en la finca, asegura el labriego.

Pero no todo es color de rosa, refiere el productor. "En mi caso la tarea se ha visto facilitada por ser ingeniero agrónomo, mas conozco a muchos que tienen interés y sin embargo necesitan ser entrenados en la tarea; de lo contrario colgarán los guantes. Por eso saludo la iniciativa de la provincia de colaborar con nosotros en conocimientos y en simientes, así nosotros podremos dedicarnos a producir y no a buscar recursos".

"Otra meta es incentivar a los jóvenes, porque la mayoría de los que adquirimos tierra somos personas mayores. Aquí tengo a mi nieto José Raúl, quien es técnico veterinario; cuando le expliqué que este pedazo de tierra podía dar comida para la familia, además de aportar al Estado, que tiene muy buenos precios de compra, no lo pensó dos veces y vino a trabajar conmigo", explica.

"También hay que organizar la colaboración y ayuda entre los guajiros que trabajan áreas cercanas, y esa debe ser una tarea de la entidad que da la tierra, asegura Baracoa. Los guajiros siempre se han prestado los bueyes, auxiliados en los picos de cosecha y eso debemos seguirlo haciendo. Esta nueva forma productiva requiere de mucha solidaridad entre nosotros y también del Estado, solo así podremos salir adelante.
 

En Villa Clara han sido concedidas 52 000 hectáreas de tierra por el Decreto-Ley 259, el 37% de las cuales está en explotación. Del total de áreas ociosas en la provincia fueron entregadas el 47%, restando unas 106 000 hectáreas por otorgar.

 

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