Procedente de la Ciudad Primada de Cuba llegó un día a Santa
Clara, José Ignacio Rodríguez, quien acudía al llamado realizado por
la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas para formarse como
Ingeniero Agrónomo. Desde entonces José Ignacio perdió nombres y
apellidos para comenzar a llamarse Baracoa.
Luego de una vida profesional intensa llegó el retiro y, a pesar
de sobrepasar las siete décadas de vida, el eminente profesor dice
que aún no ha dado su última clase. En diciembre del pasado año
recibió 4,9 hectáreas de tierra, el 70 % de las cuales estaban
infestadas de marabú.
"El trabajo resultó muy arduo, tuve que valerme de todos los
medios posibles para limpiar el área; machete, hacha, candela,
bueyes y, hasta un buldózer tuve que contratar porque era demasiado
el desgaste que sufríamos", asegura José.
El esfuerzo no ha sido en vano. Utilizando sus valiosos
conocimientos de agronomía, en especial la agroecología, las 4,9
hectáreas de tierra se han multiplicado por dos, a partir de un
correcto intercalamiento y rotación de los sembrados.
Allí puede observarse cómo se mezclan los 15 cultivos que tiene
José en la finca, entre los que se cuentan el melón de castilla y de
agua, plátano, calabaza, papaya, maíz, habichuela, ñame, guayaba,
boniato, pepino, malanga, yuca, girasol y sorgo, todos en perfecto
estado.
Aplicar variadas técnicas de conservación y manejo de los suelos,
como las cortinas rompevientos y las barreras antierosivas, además
de utilizar abonos orgánicos y trampas para combatir insectos como
el Tetuán del boniato, constituyen algunas de las vías empleadas por
Baracoa para triunfar en su nueva empresa.
El uso de los bueyes resulta insuperable, según cuenta el
agricultor. Ellos no necesitan combustible y hacen mejor trabajo,
solo se necesita tener dos yuntas, una ara por la mañana y la otra
en la tarde. Entre ellas, yo y alguien que dé una ayudita, podemos
garantizar altos rendimientos en la finca, asegura el labriego.
Pero no todo es color de rosa, refiere el productor. "En mi caso
la tarea se ha visto facilitada por ser ingeniero agrónomo, mas
conozco a muchos que tienen interés y sin embargo necesitan ser
entrenados en la tarea; de lo contrario colgarán los guantes. Por
eso saludo la iniciativa de la provincia de colaborar con nosotros
en conocimientos y en simientes, así nosotros podremos dedicarnos a
producir y no a buscar recursos".
"Otra meta es incentivar a los jóvenes, porque la mayoría de los
que adquirimos tierra somos personas mayores. Aquí tengo a mi nieto
José Raúl, quien es técnico veterinario; cuando le expliqué que este
pedazo de tierra podía dar comida para la familia, además de aportar
al Estado, que tiene muy buenos precios de compra, no lo pensó dos
veces y vino a trabajar conmigo", explica.
"También hay que organizar la colaboración y ayuda entre los
guajiros que trabajan áreas cercanas, y esa debe ser una tarea de la
entidad que da la tierra, asegura Baracoa. Los guajiros siempre se
han prestado los bueyes, auxiliados en los picos de cosecha y eso
debemos seguirlo haciendo. Esta nueva forma productiva requiere de
mucha solidaridad entre nosotros y también del Estado, solo así
podremos salir adelante.
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En Villa Clara han sido concedidas 52 000
hectáreas de tierra por el Decreto-Ley 259, el 37% de las cuales
está en explotación. Del total de áreas ociosas en la provincia
fueron entregadas el 47%, restando unas 106 000 hectáreas por
otorgar. |