Guerrilla del asombro

Ronald Suárez Rivas

PINAR DEL RÍO. — Es probable que en ningún otro escenario, vuelvan a despertar tanto asombro. Oídos atentos, ojos que no se apartan del espectáculo, sorpresa ante lo nunca visto.

Fotos del autorDiariamente se realizan entre cuatro y cinco presentaciones dirigidas tanto a los niños, como al público adulto.

Por ello, dentro de algunas semanas, cuando la vida vuelva a su cauce y regresen los ensayos, los festivales, las presentaciones, los actores de Caballito Blanco, Alas, Rumbo, Utopía, seguramente continuarán hablando de Yunieski, el joven de 21 años de Cuatro Caminos que nunca había presenciado un acto de magia, o de la anciana de Arroyo Seco, pensó que los títeres tenían vida y pidió hablar con ellos al terminar la función.

Seis años después, las anécdotas de la guerrilla teatral alcanzarían para llenar un libro; personas que se asustan, que sonríen, que lloran; sitios donde la mayoría de las puertas permanecieron cerradas o donde el público asistió a la puesta en escena sin bajarse de los caballos¼ Sin embargo, todos aseguran que es esta una gran experiencia, que los ayuda a crecer como artistas y como seres humanos.

El arte va a la montaña

Surgida en el 2004, la guerrilla se ha convertido en una atractiva —a veces única— propuesta recreativa de verano para los habitantes de las montañas pinareñas.

La guerrilla teatral es una valiosa opción recreativa de verano para las comunidades del Plan Turquino.

Oscar Cabrera, presidente del Consejo de las Artes Escénicas en Vueltabajo, explica que el propósito es llegar con todo el talento artístico hasta los lugares de más difícil acceso de la provincia, donde se encuentra el público menos favorecido.

"Nuestros grupos traen lo mejor de su repertorio para estas personas, que no tienen la posibilidad de viajar a las cabeceras municipales a presenciar una función."

En ese empeño cada año se suman nuevas fuerzas. Esta vez, por ejemplo, lo hicieron el teatro lírico de Pinar del Río y la Brigada José Martí.

"Estamos abiertos a la participación de todo el que quiera brindar un poco de amor a las personas de estas comunidades –asegura Oscar. Si alguien en nuestros centros de enseñanza tiene montado un espectáculo con un nivel de calidad decoroso, lo incorporamos y trabaja al igual que los profesionales."

El rostro de los niños es algo mágico, asegura Omar.

Ese el caso de Dayán González, estudiante de cuarto año de la Escuela de Instructores de Arte, que sueña con grandes escenarios, pero reconoce el trabajo para el público de las regiones más apartadas.

"Como actor me ayuda a ganar en concentración, a desarrollar la improvisación y a guardar emociones que después servirán para usarlas encima de las tablas".

Seis años de guerrilla

Viajando a bordo de una guagua Girón, viviendo en condiciones de campaña, la expedición realiza entre cuatro y cinco presentaciones diarias, siempre en comunidades distintas.

"Cuando salimos la primera vez no teníamos idea de lo que haríamos. No sabíamos hacia dónde íbamos ni con quién nos íbamos a tropezar", recuerda Omar Durán, actor del grupo Rumbo, quien ha participado en todas las ediciones de la guerrilla.

"Sobre la marcha aprendimos que trabajar en la montaña es diferente. No funcionan los mismos códigos. A un teatro, todo el mundo va sabiendo que presenciará una puesta en escena. Aquí no."

"Hay lugares en los que todavía, después de seis años, una parte del público no entra al círculo social donde tiene lugar la actividad. Se quedan afuera y miran por las ventanas."

Incluso, en Las Yeguas, un pequeño caserío del municipio de Los Palacios, la mayoría de los vecinos no quisieron salir de sus casas. "Actuamos para cuatro de ellos solamente". No obstante, la generalidad es otra. En Sabanilla, por ejemplo, se reunieron más de 200 personas.

"En todo este tiempo hemos acumulado numerosas vivencias" —comenta Omar.

"Una vez, una mujer nos preguntó si el mago podía desaparecer a la gente; y una viejita, después de la función de títeres, dijo que quería conocer a uno de ellos, porque pensó que el muñeco hablaba."

Para todo el equipo, la experiencia tiene un enorme significado. "Es algo mágico. Las caras de los niños son muy expresivas. Se quedan embelesados. De verdad se creen que el mago desaparece el pañuelo. En la ciudad los niños saben que es un truco, pero en estas zonas intrincadas no.

"El trabajo es lindo y la gente lo agradece. Por eso, a pesar del desgaste físico que provoca, de la falta de comodidades, lo repetimos año tras año", agrega.

En el camino van quedando nombres como Carambola, Cinco Pesos, El Mameyal o Machuca, una zona de silencio a la que solo se puede llegar en un camión de triple tracción, pero todavía están pendientes otros como Hoyo del Mar.

Son sitios que usted no encontrará en el mapa, donde nuevas miradas se llenarán de asombro, cuando los artistas descorran las cortinas y empiece la función.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas | Especiales |

SubirSubir