Crimen sin castigo

ARSENIO RODRÍGUEZ

En un principio fueron las ofensas, el abuso. Les siguieron los maltratos, las palizas¼ .las violaciones.

Víctimas: niños y niñas irlandeses, quienes sufrieron en carne propia la maldad de quienes supuestamente debían educarlos y cuidarlos para que fueran buenos ciudadanos.

Victimarios: sacerdotes y monjas católicos, quienes se ensañaron con ellos durante décadas, convirtiendo las instituciones religiosas donde recibieron a los pequeños en verdaderas cárceles.

Todo ello aconteció en las últimas décadas del pasado siglo, en Irlanda. Algunas de las víctimas rompieron el silencio que provoca el miedo a que se sepa su humillación, pero no fueron escuchados, y mucho menos se creyó en la denuncia.

Sobre tan denigrante asunto y ante una opinión pública perpleja, la presidenta irlandesa Mary McAleese calificó de "atroz traición del amor" de los clérigos hacia los niños, y elogió a las víctimas por exigir que fuese revelada la verdad, pese a que la sociedad católica irlandesa dudaba de las denuncias y miraba para otro lado".

Finalmente y ante la insistencia de las víctimas, en el año 2000 se creó una comisión para investigar lo denunciado. Hecho público en mayo, por la Comisión de Abusos Infantiles, se precisa en un informe que "los abusos sexuales a niños en los años setenta eran ‘endémicos’".

Más adelante se precisa que los "abusos eran crónicos también en las instituciones en las que las niñas eran puestas bajo tutela del Estado".

De haber sido una sola la víctima de estos atropellos, sería condenable, pero no, el informe revela que unos 35 000 niños fueron llevados hasta 1980 a asilos, escuelas o instituciones y que unos 2 500 declararon haber sido víctimas de abusos sexuales o físicos.

La sociedad irlandesa vive momentos tensos, pero mucho más la Iglesia Católica de esa nación europea, dada las duras acusaciones en contra de sacerdotes y monjas.

Por su parte la organización Supervivientes Irlandeses del Abuso Infantil recibió con agrado el informe, luego de una larga y penosa espera, aunque no quedaron satisfechos, porque se denuncian los hechos, se reconocen a las víctimas, pero no se condena públicamente a los victimarios.

Cierto que muchos de ellos ya han muerto, tanto las víctimas como los abusadores, pero los sobrevivientes esperan que la sociedad conozca a quienes aparentaban ser simples y venerables pastores y en realidad eran monstruos con hábitos religiosos.

Y mucho más cuando en el informe se subraya que "la Iglesia conocía estos hechos y destituyó a algunos de los maltratadores y abusadores, pero que el miedo a un escándalo era mayor que la preocupación por el bienestar de los menores".

En el 2004 ya había sido publicado un informe previo con las declaraciones de unos 700 testigos. En el texto se afirma que "hombres y mujeres, recibían golpes con cinturones y palos. Otros sufrieron abusos sexuales, incluso violaciones simultáneas por parte de varias personas".

Se dice que el gobierno podrá dar indemnizaciones a las víctimas, pero estas no buscan ayudas económicas, sino que exigen se dé a conocer los nombres de los abusadores, como señalara Christine Buckley, de 62 años, quien estuvo 18 años en el orfanato de Dublín, administrado por las Monjas de la Caridad.

Ella, hija de una madre soltera, dijo que el lugar estaba cerrado al mundo exterior. "Los niños vivían como esclavos. No había manera de escapar de la humillación cotidiana, de los golpes y las violaciones. Solo importaba que los niños alcanzaran la cuota de producir 60 rosarios al día".

La gota que colmó la copa fue la reciente defensa de los sacerdotes pederastas por el ahora consagrado arzobispo de Westminster, Vincent Nichols, quien destacó su valentía por reconocer sus errores.

Sin embargo, el presidente de la organización Supervivientes de los Abusos de Menores, John Kelly, recogiendo el sentir del pueblo irlandés, califica en dos palabras esas declaraciones, al decir que son "monstruosas y vergonzosas".

 

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