De tal modo la velada organizada por el festival Fiest’A Sète en
la capital de la región sureña de Languedoc-Rosellón, se convirtió
en un acontecimiento marcado por una intensa relación de continuidad
entre la tradición salsera y la innovación aportada por la orquesta
procedente de la Isla.
Según observadores consultados por Granma, al público se
le hizo evidente cómo los caminos de la llamada salsa están siendo
dinamitados por un sonido poderoso que a la vez se desmarca del
legado de la timba, estilo evolucionado del son que tuvo su momento
de hegemonía en la música popular bailable cubana durante la década
anterior.
Havana D’ Primera, bajo la dirección del trompetista, compositor
y vocalista Alexander Abreu, desarrolló un repertorio de inusitada
amplitud, apetecido por los bailadores pero también por aquellos que
admiran las ejecuciones instrumentales virtuosas.
La banda reúne a varias de las jóvenes figuras más talentosas del
país caribeño, poseedoras de una sólida formación académica y, a la
vez, curtidas en orquestas de baile y sesiones de jazz, como son los
casos del trombonista Amaury Pérez Rodríguez, el tecladista Harold
Díaz Escobar, el pianista Rolando Luna, el guitarrista y tresero
Rogelio Nápoles y el baterista Rodney Illarza, a quienes se une la
experiencia del ex Irakere Carlos Álvarez.
Para estos músicos compartir con la leyenda Palmieri fue un
gustazo. No hay que olvidar que el giro musical que representan
estuvo antecedido por la obra de este nuyorrican, abanderado
del estilo charanguero en una Nueva York ávida de mantener vivo el
espíritu cubano cuando la política hostil de los gobiernos
norteamericanos cortó de cuajo el prolongado y fructífero
intercambio entre las culturas sonoras de ambas naciones.