Aunque
la fotografía y la escultura sean los vehículos expresivos en los
que se formaron y habitualmente se comunican las artistas españolas
Isabel Muñoz y Maribel Domenech, La piel de los hijos de Gea
trasciende los dominios de ambas especialidades para proponernos una
dimensión integradora.
En la exposición que llega ahora al Centro de Arte Contemporáneo
Wifredo Lam, en La Habana Vieja, el espectador se enfrenta a una
inquietante conjunción de documento antropológico y recreación
estética.
Por largos años la Muñoz fue en busca de comunidades etíopes
cuyos habitantes utilizan el cuerpo como soporte para grabar sus
identidades, de manera que en torsos, rostros y extremidades puede
advertirse una lectura mítica.
La fotografía deja aquí testimonio de una revelación; el cuerpo
es memoria transfigurada, latente emoción. Condición humana que se
legitima con orgullo ante el lente curioso de la artista. De lo
escultural corpóreo fijado por la Muñoz se transita al relieve
especulativo de los ropajes que la Domenech explaya en el espacio.
Impresionada por la muestra durante su exhibición en Argentina,
la galerista y crítica Susana de Giácomo escribió: "Dos artistas,
dos mujeres, dos miradas, que se encuentran y fusionan en esos
cuerpos que hablan, que cuentan sin pudores lo que la palabra calla.
Cuerpos de piel, ropaje que no miente, cuerpos de cable y luz.
Cuerpo en nombre de otro cuerpo. Y allí, susurrando a veces,
gritando otras, diciendo, interrogando, pero siempre en juego, lo
femenino, la sensualidad y los eternos miedos a la soledad y la
finitud, a lo desconocido, lo diferente y las eternas búsquedas".
Palabras precisas para develar el fondo de este trabajo artístico
que respira humanismo y comunica esencias no siempre tomadas en
cuenta por la soberbia civilizatoria.