Lo es desde bien temprano, al conocer que la madrugada holguinera
le abre paso a una verdadera avalancha humana, bajando —o subiendo—
hasta la Plaza de la Revolución Mayor General Calixto García Íñiguez,
para demostrar ante las pupilas del mundo algo que reiteró Raúl en
su discurso: la unidad monolítica del pueblo cubano.
Sigue vibrando Melba, con cada obra de esta Cuba entera de Fidel,
que no hinca rodilla frente a huracanes, crisis, pandemias,
bloqueos, agresiones¼
Pero es, sobre todo, incomparablemente dichosa La Heroína,
rodeada de niños que también un día cumplirán 88 años y de adultos
que alguna vez fueron niños como ella, cantándole ahora "feliz
cumpleaños", en un espacio tal vez pequeño en el sentido físico pero
sin límite en trascendencia, donde frescas flores, artistas cómicos,
magia, dulces, regalos respiran historia y votan por "mil años más
de vida y de felicidad...
"¡Para todos los cubanos! —me susurra, acercando una mano a su
rostro, y reitera: En una fecha tan grandiosa como esta quiero
enviar mucha felicidad y mucho cariño para toda Cuba. ¡Escribe eso
ahí, eh!... porque los revolucionarios necesitamos dar y recibir ese
calor para seguir siempre adelante."
Y mientras la vida bulle fuera en numerosos puntos de la ciudad a
la medida del júbilo popular y del compromiso, Melba sigue
disfrutando el mejor regalo en cada cumpleaños: los niños, y la
tranquilidad de esa instalación (El Bosque) abierta antes solo para
blancos con dinero, e intervenida feliz y paradójicamente después
del triunfo revolucionario por la firma de un cubano negro, donde
durante años se han alojado quienes en la madrugada de este domingo
bajaron —o subieron— otra vez hasta la Plaza para honrar la
historia.