En la Arena de Belgrado, el cuadro auriverde conquistó su séptima
corona en nueve años —en total exhibe ocho— y parece una cuestión de
justicia poética que lo hiciera de la mano de un conjunto
rejuvenecido que ha comenzado a tejer con brillantez la épica de un
nuevo ciclo dorado.
Pero no fue fácil. La batalla final se presentó tan intensa como
se preveía, librándose durante más de dos horas. En ese tramo, el
guión resultó terriblemente cruel para el elenco serbio y para las
22 680 almas que desde la grada le infundían aliento.
Buscando redimir la herida inflingida por Estados Unidos en la
final del año pasado, los balcánicos llegaron a rozar el título por
cuarta vez, pero cayeron derribados por la majestad del talento
colectivo, el esfuerzo generoso y el orden espartano. Ni más ni
menos.
Con esa fórmula, los sudamericanos alcanzaron el triunfo,
liderados por el gigante Leandro Vissotto Neves, quien anotó 29
puntos, uno más que el sempiterno atacador de los serbios, Ivan
Miljkovic. A continuación descollaron Murilo Endres y Lucas Saatkamp,
con 15.
Cuba, por su parte, solo fue una sombra de sí misma en la final
de consolación ante Rusia. El equipo salió mermado por la derrota de
la víspera y por segunda vez cayó en sets corridos (25-13, 26-24 y
25-16) durante los 16 cotejos que disputó en toda la justa.
Tras un primer parcial lóbrego —sin bloqueos, contraataques ni
aces— el director técnico Orlando Samuels recurrió al banco, para
revitalizar el juego antillano que, al menos, brindó en el segundo
una imagen más cercana al alto nivel de voleibol que puede jugar.
Pero la sentencia estaba ahí. Con un 2-0 en contra, el partido había
muerto.
No obstante, dos cubanos resaltaron entre los líderes
individuales de la ronda final, donde el líbero brasileño Sergio
Dutra Santos fue nominado como el Jugador Más Valioso. Robertlandy
Simón resultó puntero en bloqueo y porcentaje de ataque y Wilfredo
León ostentó el mejor servicio.