.— A veces con guitarra, otras a
capela, o en escenarios teatrales improvisados, y en paredes y
carteles, con trazos apresurados, artistas hondureños acompañan la
resistencia popular antigolpista.
Había una esperanza, frustrada por el golpe, y nosotros ayudamos
a recuperarla, dijo a Prensa Latina la cantautora Karla Lara en una
de las manifestaciones de la población que este viernes llegaron a
su vigésima jornada.
La madrugada del 28 de junio pasado, militares encapuchados
asaltaron la residencia del presidente constitucional, Manuel
Zelaya, y lo trasladaron por la fuerza a Costa Rica.
Ese día estaba programada una encuesta nacional sobre la
posibilidad de realizar junto las elecciones del 29 de noviembre
próximo un referendo sobre la necesidad de convocar una asamblea
constituyente.
La reacción popular de repudio a la asonada no sólo fue
espontánea y rápida, sino prolongada, a punto de cumplir tres
semanas mañana, a pesar de la violenta represión de los militares.
Lara ha puesto su voz y canciones para animar a las multitudes en
sus luchas, un compromiso social al que ha consagrado su carrera
como intérprete y compositora, explicaron sus amigos.
Contribuyó también a la organización del prolongado plantón
cultural del domingo 12 último en un improvisado escenario en el
parque central de Tegucigalpa, a unos pasos de la estatua del prócer
nacional Francisco Morazán.
La Asociación Cultural Memorias, con una larga tradición de
acompañamiento a las luchas populares, presentó el estreno de una
obra teatral con el sugerente nombre de El gran golpe.
Jóvenes actores del Teatro La Siembra y el Grupo Alternativa La
Mossegada, de las ciudades de Trinidad y San Pedro Sula, se unieron
en una parodia crítica al respaldo del cardenal Óscar Andrés
Rodríguez Madariaga al golpe.
Declamadores y cantantes, hasta el Grupo Gritón, una batucada
brasileña de jóvenes hondureños, alegraron a los manifestantes.
En las largas caminatas diarias, entre las consignas de la
multitud enardecida, es ya habitual escuchar los tambores y
trompetas de la banda del Instituto Jesús Aguilar Paz, un popular
colegio secundario.
La cantante Saida Bulnes ha ofrecido su música, de pie en una
camioneta, sólo acompañada por las palmadas de la gente.
Polache, un popular cantante con una voz que recuerda al salsero
panameño Rubén Blades, animó en una ocasión las marchas. El poder no
es para joder, es para ayudar a tanta gente con hambre, dijo en una
de sus rítmicas canciones, seguida con entusiasmo por los
manifestantes.
No ha vuelto. Amigos de Polache dijeron que el poder le cerró los
espacios y las amenazas lo obligaron a salir del país.
El arte popular ha ido quedando en paredes, carteles y telas. Los
más elaborados, son obra de pintores ya reconocidos o en camino de
serlo, de acuerdo con Karla Lara.
En otros, como en los textos, está la mano apresurada de muchos
jóvenes y en ocasiones son sólo una palabra: golpistas, asesinos.