Tras varios libros de cuentos y una novela breve de excelente
factura, el escritor Hugo Luis Sánchez nos sorprende ahora con una
obra que alcanza casi las cuatrocientas páginas y que, puede
afirmarse sin vacilación, no encuentra referente alguno en el
panorama de la, muchas veces, recurrente narrativa cubana.
Se trata de El puente de coral, publicada recientemente
por Ediciones Unión y que se caracteriza por ser, a la vez que una
historia de amor y de amistad, un compendio de diferentes géneros
novelescos entre los que pudieran incluirse la aventura y el
espionaje.
Con una acción que transcurre durante casi veinte años de vida de
los protagonistas principales, el texto de Hugo Luis huye de las
fáciles clasificaciones para imbuirnos en un mundo que tiene tanto
de real como de personales ensoñaciones, dando muestras de un oficio
narrativo que le permite un largo aliento en el decursar de lo
narrado.
Es evidente que Hugo Luis Sánchez tiene mucho que contar y que
maneja sus personajes con la habilidad de un titiritero y con la
destreza de alguien que comprende a plenitud las miserias y virtudes
de la naturaleza humana.
Ejemplos de bien trazados caracteres pudieran ser su
Ana-Ana, su Roco o ese personaje alemán, Joe Ball, que se convierte
en foco fundamental del desciframiento de los enigmas que, desde sus
primeras páginas, nos propone el autor con su argumento de espías y
asesinos que vincularon a Cuba con la, al parecer, remota Segunda
Guerra Mundial.
La trama de los submarinos alemanes en Cuba, boceteada por el
norteamericano Ernest Hemingway en alguna de sus novelas
inconclusas, proviene en este caso, no de esta fuente, sino de las
conversaciones del autor con un amigo que lo inició en los secretos
de unos acontecimientos muy poco o tal vez nada frecuentados por la
literatura cubana de cualquier época pasada o presente.
Cabe señalar en este punto las acuciosas investigaciones del
novelista con referencia a los años escogidos para su narración y a
las especificidades de las acciones y los detalles que la novela
recrea con inusitada precisión.
Según expresara el narrador Leonardo Padura en sus palabras de
presentación de la novela, se trata de un texto que pudiera tener
como unidad conceptual el tema de la derrota pero también de esos
abismos de los que cada ser humano emerge a pesar de los desastres
que le ha tocado protagonizar.
Coincido con Padura en que pudiéramos hablar de una novela de
aprendizaje o iniciación puesto que toma como punto de partida la
infancia de tres amigos y sus posteriores actitudes ante la vida que
se extiende ante ellos. Pero coincido también en que El puente de
coral es un texto intergenérico en el que cabe hasta la poesía
de un lenguaje que no olvida el acontecer pero lo transmuta en
singulares imágenes trabajándolo a conciencia y con eficacia
narratológica al mismo tiempo.
Según su editora, la novela ofrece una visión cinematográfica y
un erotismo muy particular. Alaba también el rigor en el tratamiento
de sus muy diversos temas, su cuidadoso lenguaje y el trazado del
perfil sicológico de sus personajes.
A todo ello habría que añadir su hermosísima cubierta, obra de
Jorge Gustavo Gavilondo quien, según cuenta Hugo Luis, se tomó muy
en serio la tarea y obtuvo un resultado capaz de provocar envidia a
cualquiera de los más artísticos diseños de editoriales
internacionales.
Novela que atravesó un larguísimo proceso de elaboración, El
puente de coral tiene sobre todo el mérito de convertirse en un
documento excepcional, tanto en el tema como en la forma, dentro de
lo que se está escribiendo hoy en Cuba.
Es una novela sin referentes a la que habrá que mencionar cuando
de proyectos ambiciosos se hable.