Tula y sus máscaras

MARTA ROJAS

La Avellaneda entra triunfante tomada del brazo de Antón Arrufat en el siglo XXI, 136 años después de su muerte ocurrida en Madrid. Es la Gertrudis Gómez de Avellaneda auténtica, según todos los elementos que aporta Arrufat; partiendo de las huellas, algunas microscópicas pero indiscutibles, que como un sabueso él descubre en la prosa, el drama, la poesía, las autobiografías y las lecturas de la cubana, entre otras pistas pues no escapan las que deja en su vida en Camagüey, Madrid, Sevilla y otras ciudades.

Antón Arrufat se revela nuevamente como agudo ensayista al tratar el tema de la Avellaneda (Tula).

Tampoco las que pudo haber encubierto, delata el autor con sugerencias que nos hacen aceptar ese encubrimiento. En su escrutinio no desaprovecha ni el significado que tuvo la efímera estancia de la Gómez de Avellaneda en Santiago de Cuba para desde allí emprender viaje en un barco hacia Burdeos.

Todo ello y más aparece en la reveladora arqueología que es, además de una preciosa obra literaria, emocionante y dramática, el libro titulado Las máscaras de Talía (Para una lectura de la Avellaneda), de Ediciones Matanzas, Cuba.

Portada del libro Las máscaras de Talía.

La concisión de la escritura no desestima nada esencial. Bastan esas páginas para que la Avellaneda, a casi dos siglos de su nacimiento, cobre una vigencia exenta de los esquemas de la crítica de su tiempo y aún posterior a su muerte y se muestre como una mujer luchando a brazo partido contra la "vergüenza" de ser escritora y poeta. Y por si fuera poco, una antillana en Europa donde, precisamente, obtuvo su fama, reconocida en su país, y fue coronada en La Habana, como una reina, con una corona de laurel elaborada en oro. Aunque, entonces, se le reconoció básicamente su obra poética.

Los aspectos psicológicos que revela la propia Gómez de Avellaneda en sus confesiones, versos y sobre todo en su novelas, nos hacen creer que es ella misma quien escribe las revelaciones que presenta Arrufat, como si fuese una autobiografía más de la autora, cuya cultura despertó envidia y admiración en España, la sociedad más atrasada y prejuiciosa de Europa en casi todo pero, sobre todo, para juzgar a una mujer que se asume liberada, según su arqueólogo, y que en realidad lo fue abiertamente para su tiempo y lo sería hoy.

El libro, organizado de una manera original, sin apoyarse en un desarrollo cronológico, ofrece simultáneamente al lector un valioso panorama histórico de la literatura europea en la cual está inserta la protagonista durante casi toda su vida. Protagonista, digo, porque el volumen tiene más estructura de novela psicológica consistente —individual y social—, que de ensayo o biografía, lo cual la hace más atrayente al lector. En la nota de contraportada es calificada esta obra como "un libro imprudente y perturbador", y ella como mujer "controvertida y secreta, tras muchas máscaras... "

Antón Arrufat, a partir de los puntos de convergencia de temas y personajes de la Avellaneda que aparecen en su poesía, teatro o novelas, sugiere los más constantes sentimientos o los más acuciantes, a veces turbulentos, que la marcan como escritora, por demás muy adelantada a su tiempo, y como hembra.

Hasta la geografía del lugar de donde vino al mundo adquiere un significado para el desmontador de un "mito" que hasta ahora ha estado enrareciendo la altura intelectual, la comprensión de sus obras y la reconocida valentía de la escritora, referida casi siempre solo a algunas de sus obras como, por ejemplo, la novela Sab. En cuanto a la geografía mencionada, como otro punto de partida para entenderla mejor, dice Antón Arrufat: "La Avellaneda se formó en una sociedad interior, sin acceso al mar. En el XIX eran sociedades apartadas, sin comercio marítimo, sin arribo de barcos ni de libros. A Camagüey se llegaba a caballo, después de un largo recorrido (...) Un mundo enrarecido y a la vez muy vital (el suyo) como han sido los mundos enrarecidos, cerrados en apariencia, en realidad y a escondidas, transgresores. Ella transforma este mundo, rebelándose contra sus principios rígidos, en el espacio de la escritura literaria".

Las máscaras de Talía también tiene la virtud de no hacerle concesiones a la Avellaneda como persona ni como poeta, dramaturga o traductora, entre otros de sus logrados empeños culturales, impensables en el siglo XIX para una mujer. Por el contrario, Arrufat pone al descubierto las triquiñuelas de Gertrudis para incluso, a veces, parecer "boba", desentendida de acontecimientos sociales o políticos. Y su amor por Cepeda, desdeñado por este, es desbrozado sin hipócrita consideración a ella pero defendiendo su enorme capacidad de amar aún teniendo que soportar humillaciones de quien no las merece. Del mismo modo aborda sus matrimonios indeseados, y el peso de una viudez tras otra que las convenciones sociales hacen que ella las asuma más pesadas, como un fardo inaguantable a sus espaldas.

Pero lo sustancial en esta obra inesperada, que llega al centón literario nacional como caída del cielo, es el análisis profundo, con pruebas irrebatibles de la calidad y audacia de la escritora y poeta.

 

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