La concisión de la escritura no desestima nada esencial. Bastan
esas páginas para que la Avellaneda, a casi dos siglos de su
nacimiento, cobre una vigencia exenta de los esquemas de la crítica
de su tiempo y aún posterior a su muerte y se muestre como una mujer
luchando a brazo partido contra la "vergüenza" de ser escritora y
poeta. Y por si fuera poco, una antillana en Europa donde,
precisamente, obtuvo su fama, reconocida en su país, y fue coronada
en La Habana, como una reina, con una corona de laurel elaborada en
oro. Aunque, entonces, se le reconoció básicamente su obra poética.
Los aspectos psicológicos que revela la propia Gómez de
Avellaneda en sus confesiones, versos y sobre todo en su novelas,
nos hacen creer que es ella misma quien escribe las revelaciones que
presenta Arrufat, como si fuese una autobiografía más de la autora,
cuya cultura despertó envidia y admiración en España, la sociedad
más atrasada y prejuiciosa de Europa en casi todo pero, sobre todo,
para juzgar a una mujer que se asume liberada, según su arqueólogo,
y que en realidad lo fue abiertamente para su tiempo y lo sería hoy.
El libro, organizado de una manera original, sin apoyarse en un
desarrollo cronológico, ofrece simultáneamente al lector un valioso
panorama histórico de la literatura europea en la cual está inserta
la protagonista durante casi toda su vida. Protagonista, digo,
porque el volumen tiene más estructura de novela psicológica
consistente —individual y social—, que de ensayo o biografía, lo
cual la hace más atrayente al lector. En la nota de contraportada es
calificada esta obra como "un libro imprudente y perturbador", y
ella como mujer "controvertida y secreta, tras muchas máscaras... "
Antón Arrufat, a partir de los puntos de convergencia de temas y
personajes de la Avellaneda que aparecen en su poesía, teatro o
novelas, sugiere los más constantes sentimientos o los más
acuciantes, a veces turbulentos, que la marcan como escritora, por
demás muy adelantada a su tiempo, y como hembra.
Hasta la geografía del lugar de donde vino al mundo adquiere un
significado para el desmontador de un "mito" que hasta ahora ha
estado enrareciendo la altura intelectual, la comprensión de sus
obras y la reconocida valentía de la escritora, referida casi
siempre solo a algunas de sus obras como, por ejemplo, la novela
Sab. En cuanto a la geografía mencionada, como otro punto de
partida para entenderla mejor, dice Antón Arrufat: "La Avellaneda se
formó en una sociedad interior, sin acceso al mar. En el XIX eran
sociedades apartadas, sin comercio marítimo, sin arribo de barcos ni
de libros. A Camagüey se llegaba a caballo, después de un largo
recorrido (...) Un mundo enrarecido y a la vez muy vital (el suyo)
como han sido los mundos enrarecidos, cerrados en apariencia, en
realidad y a escondidas, transgresores. Ella transforma este mundo,
rebelándose contra sus principios rígidos, en el espacio de la
escritura literaria".
Las máscaras de Talía también tiene la virtud de no hacerle
concesiones a la Avellaneda como persona ni como poeta, dramaturga o
traductora, entre otros de sus logrados empeños culturales,
impensables en el siglo XIX para una mujer. Por el contrario,
Arrufat pone al descubierto las triquiñuelas de Gertrudis para
incluso, a veces, parecer "boba", desentendida de acontecimientos
sociales o políticos. Y su amor por Cepeda, desdeñado por este, es
desbrozado sin hipócrita consideración a ella pero defendiendo su
enorme capacidad de amar aún teniendo que soportar humillaciones de
quien no las merece. Del mismo modo aborda sus matrimonios
indeseados, y el peso de una viudez tras otra que las convenciones
sociales hacen que ella las asuma más pesadas, como un fardo
inaguantable a sus espaldas.
Pero lo sustancial en esta obra inesperada, que llega al centón
literario nacional como caída del cielo, es el análisis profundo,
con pruebas irrebatibles de la calidad y audacia de la escritora y
poeta.