Varias son las noticias con que hemos amanecido esta mañana de
miércoles, en que se cumple el cuarto día de que se iniciara la
asonada golpista que aún transcurre en Honduras. Digo que aún
transcurre, porque aunque se haya nombrado un "gobierno" de facto,
dicho "gobierno" en verdad no ha podido gobernar a nadie, ni los
"ilustres" miembros de ese "gabinete" han podido ejercer ninguna
función que no sea empleando la fuerza bruta, gracias, en primer
lugar, a las movilizaciones del pueblo hondureño que desde el inicio
mismo del asalto de los facinerosos al poder, se volcó a las calles
para demandar la restitución del orden constitucional y el regreso
del presidente secuestrado y expulsado del país por la fuerza, José
Manuel Zelaya Rosales.
En segundo lugar, un aspecto decisivo de la inercia a que se han
visto sometidos los fascistas que usurparon los supremos poderes del
Estado hondureño, ha sido la inmediata condena internacional por
parte de todos los gobiernos y los pueblos del mundo. Los desfasados
golpistas que, enfrascados en desangrar la economía y los recursos
de la tierra hondureña, no han tenido tiempo para leer la historia,
no se habían enterado de que el mundo estaba cambiando a un paso
cada vez más rápido, aunque todavía no sea el que exigen los nuevos
tiempos en que la especie humana es amenazada de muerte en un plazo
relativamente breve, gracias, precisamente, a los ambiciosos y a los
privilegiados que no han vacilado en destruir las condiciones de
vida en el planeta con tal de acumular sus vergonzantes riquezas.
A pesar de los repetidos discursos y consignas sobre el
advenimiento de una nueva época, que tienen que ver con el cambio
real de la situación política que ha tenido lugar en la última
década en los países de la que José Martí llamó, Nuestra América;
que a su vez ha propiciado el surgimiento, fortalecimiento y
desarrollo de los movimientos sociales que hoy constituyen fuerzas
vivas, con una capacidad de movilización, de presión política y de
influencia en la opinión pública internacional que nadie puede
desconocer, lo cual, al propio tiempo, tuvo su origen, entre otras
razones, en la heroica resistencia que durante medio siglo ha
protagonizado una pequeña isla del Caribe, ubicada a solo 90 millas
de las costas de los Estados Unidos, la presunta nueva época no
había tenido ocasión de mostrar, más allá de la retórica, su rostro
concreto.
Sin embargo, ante sucesos de tanta significación como los que
acontecen en Honduras, los cuales, además, no admiten medias tintas
ni subterfugios por su crueldad y cinismo, la nueva época ha tenido
que enseñar la cara, aún cuando no sepamos todavía cuánto de carne y
cuánto de maquillaje la componen realmente.
En un primer momento de esta aparición, ubicamos las sinceras e
indignadas protestas de los gobiernos de la Alianza Bolivariana para
los Pueblos de Nuestra América, ALBA, en las cuales merecen especial
reconocimiento el papel desempeñado desde el principio por los
presidentes Hugo Chávez, de Venezuela, y Daniel Ortega, de
Nicaragua. La ética manifestada en esta posición común de los países
del ALBA no sorprendió a nadie, pues es lo que se ha venido
predicando con la palabra y el ejemplo desde que Cuba y Venezuela
concretaron esta iniciativa del presidente Chávez. Inmediatamente
después de conocidos los hechos que estaban teniendo lugar en
Honduras, la voz solidaria y acusadora de los pueblos del continente
no se hizo esperar, provocando las manifestaciones de protesta y
condena contra los golpistas, que aún se mantienen en todos los
países latinoamericanos y caribeños, y en otras latitudes. En la
medida en que los gobiernos del ALBA concretaban acciones que no
dejaban lugar a dudas sobre la disposición de impedir que el golpe
militar prosperara, fueron apareciendo en la escena internacional
nuevas declaraciones de quienes hasta entonces habían permanecido a
la expectativa.
Uno de los hechos que ha contribuido a configurar la otra parte
del rostro de los nuevos tiempos ha sido, sin duda, la progresiva
posición adoptada por el gobierno de los Estados Unidos de
Norteamérica ante esta asonada golpista. Progresiva, digo, porque
entre la declaración emitida por el presidente norteamericano Barak
Obama, en la mañana del propio domingo 28 de junio, pasando por la
que ofreció la tarde de ese día la Secretaria de Estado, Hilary
Clinton, hasta la que en esa tarde noche emitió en conferencia de
prensa el embajador estadounidense en Honduras, hay un ostensible
proceso de radicalización.
Está claro que la toma de partido en contra del golpe de estado
en el país centroamericano, es una de las acciones prácticas que
vienen a fortalecer la imagen del cambio anunciado por el presidente
Obama durante toda su campaña presidencial. Si el solo hecho de ser
el primer presidente negro en la historia de ese país, en el que el
racismo ha sido uno de los gusanos que han venido royendo las raíces
de aquella democracia hasta casi destruirla, no pocas de las
ulteriores decisiones a que tuvo que acomodarse el presidente fueron
devolviendo objetividad al deslumbre que provocó en muchos el
insólito paisaje inicial. La política, aunque contiene elementos de
filosofía, sociología, psicología, economía, etc., es,
fundamentalmente, una categoría de la práctica. No basta la
retórica, hay que concretar el discurso, y es ahí donde la vieja
fábula del cascabel y el gato entran en juego y emplazan hasta la
angustia a quienes deben resolver la disyuntiva. Esto, por el
momento.
De gran importancia ha sido, igualmente, la declaración
condenatoria emitida este martes por la Asamblea General de la
Organización de Naciones Unidas, en la cual se pide a los golpistas
deponer su actitud y restituir, de forma inmediata e incondicional,
al presidente José Manuel Zelaya Rosales en el ejercicio de las
funciones para las que fue elegido por el pueblo hondureño.
El otro aspecto significativo para la configuración de ese rostro
huidizo del que hablamos, y el cual es a la vez consecuencia de los
análisis anteriores, es decir: de la cada día más fuerte posición de
los países miembros del ALBA, el SICA, el Grupo de Río, UNASUR,
CARICOM, etc.; de la creciente influencia en todos los órdenes de
los pujantes movimientos sociales surgidos, fundamentalmente en la
última década, en los países de nuestra América; de la actual
posición política del gobierno de los Estados Unidos frente a la
asonada golpista; y, por último, de la declaración de las Naciones
Unidas; es la posición adoptada esta madrugada de miércoles 1 de
julio de 2009, por la Asamblea General de la Organización de los
Estados Americanos, OEA, la misma que en otros tiempos organizaba,
auspiciaba y protegía, los golpes de estado y las invasiones en este
hemisferio. ¿A cambiado por ello la esencia injerencista para la que
fue creada la OEA, o han cambiado las condiciones, y
fundamentalmente los líderes, en muchos de los países que la forman?
La respuesta es evidente. Sin embargo, en esta ocasión, el saldo ha
resultado positivo.
De manera que, a la postre, la situación creada en Honduras con
el golpe de estado fascista, ha devenido prueba de fuego en la que
se ha podido desdibujar, siquiera sea tímidamente, el rostro del
tiempo nuevo. Ahora corresponde acabar de derrotar la asonada
golpista, restituir en sus funciones constitucionales al presidente
Zelaya y a su gabinete, enfrentar con la justicia a los terroristas
y delincuentes que usurparon el poder y llevaron la muerte y el caos
a Honduras para que paguen por sus crímenes, y después, continuar la
lucha en todos los frentes, desde el lugar que cada cual ocupe,
porque las conquistas de paz y prosperidad para los pueblos y para
la humanidad no se alcanzarán con los brazos cruzados, ni divididos
o enajenados, sino todos juntos, con la camisa al codo, hundiendo
las manos en la masa y alzándola con la levadura de nuestro sudor,
como enseñó José Martí, el Apóstol de América.