El seudopresidente de Honduras, Roberto Michelleti –en este caso
el prefijo seudo no requiere de mayores comentarios- acaba de
declarar al diario español El País: "Si Zelaya regresa el jueves,
será detenido". Más adelante, y tras manipular palabras del
presidente venezolano Hugo Chávez, también aseguró contar con "siete
millones y medio de compatriotas dispuestos a luchar por la patria"
(una cifra en la que incluye hasta los recién nacidos).
Yo, sin embargo, confieso estar absolutamente perplejo, pues, de
inmediato, recordé una frase que se atribuye a Napoleón Bonaparte:
"Nunca interrumpas a tu enemigo mientras está cometiendo un error".
En fin, acosado por la lógica bonaparteana, una tras otra se me
apiñaron las preguntas:
1- Si los golpistas aseguran contar con el apoyo unánime de los
hondureños, entonces ¿por qué temían a una consulta de antemano
condenada al fracaso?
2- De acuerdo con lo anterior, ¿no hubiera sido más inteligente
dejar que Zelaya recibiese un "humillante" cero por ciento de apoyo
en las urnas, que sacarlo del país en pijama y a punta de fusil en
medio de la alevosa madrugada?
3- Si el presidente había violado la ley —de modo que fácilmente
podía ser condenado a 20 años de cárcel— entonces ¿no es mejor
frotarse las manos y guardar silencio para que mansamente se meta
otra vez en la jaula? Caramba que la práctica mundial aconseja
solicitar la extradición de los acusados, no asustarle para que
escape.
4- Es más, ¿por qué no lo llevaron directamente a los tribunales
en vez de montarlo en un avión con destino a Costa Rica? ¿Se trataba
de indulgencia, o es que el susodicho comando de la madrugada no
estaba secuestrándolo, sino apenas protegiéndolo?
5- ¿Y si Micheletti cuenta con tanto apoyo popular, entonces por
qué saca los tanques a la calle? ¿Y además a todo el ejército con
sus cascos, y sus armas largas y sus chalecos antibalas; esto para
apoyar a una policía con sus escudos, sus toletes, y sus gases
lacrimógenos? De verdad, no entiendo por qué este "benefactor de la
democracia hondureña" necesita colgarse ante el mundo tal sambenito
de fascista.
6- Y tampoco me parece lógico —sobre todo en estos tiempos de
ambicionado imperio mediático— que torpemente se desaproveche la
oportunidad de mostrar a la opinión pública el "pasmoso júbilo
popular hondureño". Vaya, que entonces resulta harto contradictorio
cortar las señales de televisión, aporrear a periodistas, taparle el
lente a sus cámaras, y trasmitir solamente música o dibujos
animados, solo para que no veamos cómo Tegucigalpa en pleno apoya a
los golpistas. Caramba, qué extraordinaria modestia la de este
Micheletti.
En fin, tengo más preguntas que hacer, pero ya no con la lógica
de Napoleón. Por ejemplo, Micheletti ha justificado el golpe con las
siguientes palabras: "Teníamos la certeza de que detrás de esa
consulta estaba la intención de convocar una constituyente para
(Zelaya) perpetuarse en el poder"
¿Pero cómo hubiera sido posible esto si ya nos ha dicho que aquél
no tenía el menor apoyo popular? ¿Si, además, tampoco contaba con la
simpatía del ejército, ni del parlamento, ni del poder judicial, y
por esos rumbos ni acaso de Dios? En fin, y ¿cómo iba perpetuarse en
el poder después de haberlo abandonado? Porque, ¿acaso la reforma
constitucional no habría tenido efecto solo después de que Zelaya
dejara el sillón presidencial? Por suerte, y para mi alivio, hubo
una declaración de Micheletti con la que estuve totalmente de
acuerdo. Dijo: "Nuestro desafío es explicarle al mundo cómo han
ocurrido las cosas aquí y por qué no ha sido un golpe de Estado".
Vaya, menos mal. Esta preocupación sí que me parece muy lógica