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Cerca de la una de la madrugada del martes, a
unos pocos kilómetros del aeropuerto de Moroní, cuando el piloto se
disponía a aterrizar, sin que aún se sepan las causas, el avión se
precipitó al mar y se estrelló contra el agua.
Solo hay un superviviente: una adolescente de 14
años que fue encontrada por la mañana a unos 40 kilómetros de la
costa, flotando en medio del océano, milagrosamente viva y sana.
A las pocas horas de que la noticia diera la
vuelta al mundo, los familiares y amigos de las víctimas se reunían
en los aeropuertos de París y de Marsella.
Hay 65 muertos de nacionalidad francesa: la
mayoría, familias de las islas Comores que iban de vacaciones, que
vivían en barrios de la periferia de estas dos ciudades.
Hace exactamente un mes se estrelló otro Airbus,
esta vez de Air France, en medio del océano Atlántico.
Las autoridades yemeníes aseguraron que una
posible causa del accidente es el mal tiempo que, a su juicio, se
ensañaba el lunes por la noche con el archipiélago de las Comores:
"Había vientos de 60 kilómetros por hora", precisó el vicepresidente
de la aviación civil yemení, Mohamed Abdelrahman Abdelqader. Aún no
se ha recuperado el grabador de información de vuelo.