Bosques en el tabaco

Ronald Suárez Rivas

PINAR DEL RÍO.— Tal vez, si muchas manos no se hubieran juntado para cambiar las cosas, hoy estas líneas hablarían de un daño ecológico colosal, y probablemente, irreparable.

Foto del autorDespués del primer corte, cada plantón de eucalipto se multiplica por tres o cuatro.

Tan grave era la situación, que alguien llegó a advertir que de no obrarse con urgencia, un día el faro del Cabo de San Antonio podría divisarse desde la ciudad de Pinar del Río.

La tala indiscriminada de árboles para cubrir la demanda de la infraestructura tabacalera, provocaba cada vez mayores estragos en los bosques de la península de Guanahacabibes.

Desde allí, y desde la Ciénaga de Zapata, millones de árboles eran extraídos todos los años con el propósito de juntar la madera necesaria para la reparación de las casas de curación (secado), y para reponer la altísima cifra de cujes (varas sobre las cuales se ensartan las hojas de tabaco) y postes que se quiebran durante una cosecha.

Con el propósito de frenar la deforestación, en 1993 comenzó un proyecto para crear áreas boscosas en zonas cercanas a los macizos tabacaleros.

Ese año, se sembraron 200 000 posturas de eucalipto, pero los números crecieron con rapidez. En 1997 se llegó a 3,5 millones y al año siguiente a 4,8 millones.

"Actualmente existen 3 700 hectáreas de bosques en territorios de las diferentes empresas", asegura Virginio Morales, jefe de producción del grupo que atiende el cultivo más representativo de Vueltabajo.

Ello significa unos 25 millones de árboles a disposición de la actividad tabacalera, y ubicados muy próximos a las zonas de siembra.

Gracias a este programa, desde hace alrededor de una década, no hay necesidad de afectar las áreas forestales de la Ciénaga de Zapata o de la península de Guanahacabibes, lo que implica además un enorme ahorro en combustible y medios de transporte.

"En un año se deben reponer como promedio 2 millones de cujes y unas 300 casas de curación, para lo cual se requieren 30 000 metros cúbicos de madera", explica Enrique Cruz, director del Grupo Provincial de Tabaco. "Hoy es posible cubrir la mayor parte de esa demanda con los bosques enclavados en nuestras empresas".

Incluso en una campaña atípica como la que acaba de terminar, en la que el impacto de dos huracanes provocó afectaciones en más de 7 000 instalaciones, el aporte de las plantaciones madereras tuvo un gran peso.

Las cifras son elocuentes. De las zonas tabacaleras salió el 36% de la madera rolliza (401 465 piezas) y el 29% de los horcones (57 812 en total) empleados en la recuperación.

Fomentadas a base de eucalipto, una especie que posee numerosas virtudes, las áreas pronto están en condiciones de ser explotadas.

"El eucalipto —explica Virginio— es una planta muy útil. A los 18 meses de sembrada ya aporta cujes para el ensarte, y un año después de la tala, cada plantón se multiplica por tres o cuatro".

De modo que, a poco más de una década y media del inicio de esta experiencia, se ha logrado cubrir prácticamente la totalidad de las tierras disponibles.

Lograr estos resultados, aclara Virginio, no ha sido sencillo. "Primero fue necesario persuadir a nuestros campesinos, quienes poseen una tradición de varios siglos en el cultivo del tabaco, pero desconocían las interioridades de la actividad forestal".

Sin embargo, la prueba indudable de sensibilidad que significa el fomento de bosques, no solo ha evitado un daño ecológico de enormes proporciones; también permite que Pinar del Río se reafirme como la región más reforestada de Cuba, con el 40,1% de su superficie cubierta de árboles.

 

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